Para vencer al mal, no basta con una presentación en PowerPoint. Tampoco con ocho refuerzos de seguridad en lo que va del año. Imposible lograrlo alzando la voz de manera enérgica en redes sociales o animar a la gente a cerrar filas para tener un Jalisco en paz. No. Lo que realmente se necesita para atacar a los delincuentes es un nuevo round político.Pero un pleito que nazca desde el corazón. Uno que tome desprevenido al equipo. Que se note que nadie se lo esperaba y que todas y todos en el grupo se vean obligados a reaccionar, aunque sea improvisando. Eso seguro atraerá la atención de los medios y dejará atrás las portadas estridentes de desaparición y violencia para que sea tu nombre el que luzca de nuevo a ocho columnas.Y sí: sucedió.Hoy, el villano favorito de Enrique Alfaro se llama Dante Delgado, quien, en palabras del gobernador de Jalisco, “toma decisiones unilaterales” y “comete errores muy graves” en la dirigencia nacional del Partido Movimiento Ciudadano. Por eso, él ya no quiere nada con los colores que lo llevaron a una alcaldía y al puesto que hoy ostenta.La fractura entre ambos no es nueva. De ella se ha hablado en trascendidos y columnas de opinión desde hace meses. Por eso, hacerla pública en medio de esta crisis de desapariciones no es sino un hábil -aunque desesperado- plan de distracción para disminuir las serias repercusiones de la violencia. De una violencia que impacta a todas y todos en cada rincón del Estado.En agosto del año pasado, el ex gobernador de Chiapas, Roberto Albores Guillén, reconoció en una columna publicada en El Financiero que “en tiempos de tormentas, los distractores políticos evitan desastres mayores”. Nadie mejor para una reflexión de ese calado que un político acusado de enriquecimiento ilícito y mal uso del ejercicio público.Pues bien: el distractor político de Alfaro ha sido sacar a la luz al nuevo rival. Ese es su anestésico ante la barbarie que atestiguamos día con día. Y tres fuentes distintas me lo confirman: ninguna estaba enterada ni del revés para Dante ni del desplegado que “firmaron” para apoyar al góber.Esa estrategia para nada es nueva. La naturaleza política de Enrique Alfaro es así: el conflicto lo fortalece y lo eleva; le permite seguir en la jugada. Esta vez no desaprovechó la oportunidad para sumar a Dante al primer lugar de una lista que antes ocuparon Antonio Tatengo, el Grupo Aeroportuario del Pacífico, Raúl Padilla, Aristóteles Sandoval, Andrés Manuel López Obrador, Hugo López-Gatell y, por supuesto, todos los que quieren que le vaya mal a Jalisco.Si algo ha evidenciado esta administración (la federal y la estatal) es que los temas de seguridad generan escozor. Ninguna autoridad quiere que, por ejemplo, Estados Unidos les pida a sus ciudadanos evitar Jalisco debido a que cinco jóvenes desaparecieron y a los constantes enfrentamientos armados en Los Altos Norte de este Estado.Aunque se hable de vidas en riesgo, a la autoridad lo que le importa es el flujo de capital. “Que no nos corten los ingresos”, dicen quienes tratan de recuperar el ritmo tras los años de pandemia.La grilla y los pleitos son atractivos mediáticos, sí, pero la vida en riesgo de los jóvenes de nuestro Estado debe seguir en la agenda. Un desencuentro entre personajes públicos que en corto se reúnen a beber y departir con un buen filete en la mesa no puede sacar de escena la tragedia en la que el Estado como institución ha permitido fortalecer a la delincuencia como institución.Que el alfarismo envíe los comunicados que sean, que el Presidente despotrique una y otra vez contra el Frente Amplio por México, que amaguen a Dante para que deje a Jalisco tomar sus propias decisiones en 2024, que los políticos genéricos cierren filas por el gobernador y no por la escalada de violencia que vivimos. Nada de eso realmente es tan importante.Y nada de eso importa porque lo que debemos mantener en vigencia es el hecho de que en Jalisco hay desapariciones que destrozan núcleos sociales. Allá arriba que la grilla los divierta; acá, fuera de la burbuja, lo que nos queda es mantener en el radar las historias de horror que se viven en cada rincón del Estado.Y, sobre todo, que la estrategia política de Enrique Alfaro para desaparecer a los desaparecidos se quede en el intento.isaac.deloza@informador.com.mx