Luego de un desastroso control de daños en las primeras tres semanas que le estalló el escándalo de la “Casa Gris” a su primogénito y que le hizo perder el control de su zona de mayor confort como lo fue siempre su rueda de prensa mañanera, el Presidente Andrés Manuel López Obrador y sus asesores parecían haber reajustado su estrategia, y al ver que sería difícil sacudirse el tema, han decidido ser ellos quienes tomen la iniciativa de utilizar ese espinoso tema como catalizador de la polarización que siempre ha propalado desde el púlpito presidencial.Debido a que las primeras respuestas para tratar de salir al paso de las dudas que generó que su hijo mayor y su mujer Carolyn Adams rentaran una mansión en Houston propiedad de un alto ejecutivo de una petrolera contratista de Pemex, lejos de descartar que representaba un conflicto de interés, han abierto más dudas y líneas de investigación y optaron por buscar cambiar la conversación enfocando sus reclamos a periodistas y medios, ligándolos con los conservadores opositores a la 4T.Así quisieron sepultar lo de Vidanta y otro posible conflicto de interés porque los hijos del magnate más cercano al Presidente, dueño de esa empresa turística, Daniel Chávez, fueron los que emplearon al junior de 40 años; y lo del paso de la pareja por México y sus contactos del Pemex del detenido Emilio Lozoya que tanto condena López Obrador, entre otras complicaciones.El martes pasado, AMLO pareció lograr el objetivo de sacar del centro de la conversación en medios y redes sociales el Houston-gate al escalar su narrativa de los golpistas conservadores que pagan fortunas a los periodistas incómodos que llama “sicarios”, para afirmar que todo ese caso ni siquiera era “un asunto personal o periodístico” sino “una disputa por la nación”, ya que dijo, “a veces se gana el gobierno pero no el poder, y aquí es una lucha del poder con dos concepciones distintas”. De paso logró que Carmen Aristegui, una de las periodistas a las que también ha atacado, se deslindara de Carlos Loret de Mola, para refutar la afirmación presidencial de que eran iguales, al responder que detrás de ella no estaban personajes como el priista Roberto Madrazo. Aunque ciertamente se trata de un personaje de dudosa reputación, el hecho de que Aristegui cayera en la provocación sirvió a AMLO para seguir desprestigiando al periodista en el que ha centrado sus embestidas por el caso de la mansión. Sin embargo todo lo avanzado se perdió en la mañanera de ayer, en la que aunque por fin no se habló de la “Casa Gris”, el Presidente tensó como con Panamá, España y Austria, las relaciones con Estados Unidos al llamar “mal informado” e “injerencista” al secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, por un tuit en el que advirtió de la preocupación por el asesinato y acoso de periodistas en México. Los dichos del Presidente provocaron la respuesta de la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, que pese a las tensiones en Ucrania, se dio tiempo de decirle a López Obrador que el comentario se basaba en hechos, sin hacer caso del nuevo e injustificado reclamo del financiamiento de EU a Mexicanos Unidos Contra la Corrupción y la Impunidad. El canciller mexicano, Marcelo Ebrard, tuvo que salir, por enésima vez, con un comunicado, para tratar de arreglar el entuerto.Lo dicho, el Presidente anda tocado, errático y ofuscado por la casona.jbarrera4r@gmail.com