El domingo pasado (17 de marzo) se realizó el primero de cuatro debates que organiza la autoridad electoral de Jalisco, entre los tres candidatos a la gubernatura: Claudia Delgadillo, Laura Haro y Pablo Lemus. En términos generales ya se da por aceptado un resultado: Laura Haro, la candidata de la coalición PAN-PRI-PRD, sorprendió por su desempeño y siendo la tercera en las preferencias, fue la figura que más ganó en este ejercicio.De Pablo Lemus, el candidato del partido gobernante Movimiento Ciudadano, se le reconoció solvencia y efectividad. Es el más experimentando en el ejercicio de Gobierno y en debates electorales; hizo valer su condición y probablemente aumentó en el margen de ventaja en las encuestas.Definitivamente, la candidata de la coalición que encabeza el partido Morena, Claudia Delgadillo González, fue la más sorprendida en el debate y también la más atacada por los otros adversarios. Desde antes de iniciadas las campañas, los análisis apuntaban al debate electoral como su punto más débil.Pero esto no ha terminado, ni tampoco un debate definirá la elección 2024 por el Gobierno del Estado de Jalisco. En tiempos como los actuales, en los que se ha lanzado una cruzada desde Palacio Nacional en las ruedas de prensa mañaneras del Presidente Andrés Manuel López Obrador contra el entramado institucional, y el discurso presidencial encuentra millones de repetidores cuando el propósito es afirmar que todo lo que existía antes de este régimen debe repudiarse y desaparecer, es más importante todavía defender y exigir que haya ejercicios de debate electoral y campañas explícitas en las que los candidatos se expongan ante la ciudadanía y se contrasten entre ellos; es valioso que se sometan a la crítica y las acusaciones. En esos escasos momentos se puede conocer al ser humano detrás de la imagen que construyen los mercadólogos políticos.Los politólogos critican los debates que se organizan en México. Desprecian que antes de propuestas, reluzcan los ataques. Pero no se pueden quemar etapas. En materia de debate estamos lejos, efectivamente, de lo que se puede ver en campañas políticas en Europa y los Estados Unidos. Pero en nuestro país los debates han enfrentado muchas resistencias e intentos incluso por eliminarlos. En las democracias norteamericana y europeas, llevan décadas puliendo estos ejercicios; organizan debates entre aspirantes a todos los cargos y con temáticas son especializadas.Se registra otro fenómeno: entre los mexicanos, los debates generan un escaso interés.Cuando se argumenta que un ejercicio de debate no cambia la intención de voto porque la mayoría de los ciudadanos que tienen la convicción de votar ya han decidido por quién lo harán, se está cancelando el margen -menor todavía- de personas que pueden definir su voto precisamente observando el desempeño de candidatos en este ejercicio. Esa tendencia puede incrementarse en la medida que haya más debates y mejor organizados, con promoción y exposición. Es un camino todavía por andar, y para ello es indispensable que se fortalezca la institucionalidad, pero actualmente sucede justo lo contrario.En la elección de este año en Jalisco, tanto Delgadillo como Haro y Lemus, tienen pendientes otros tres debates. La autoridad electoral no puede obligarlos a presentarse (otra cuestión que deberá cambiar), pero confían en que temerán más a las consecuencias de no presentarse.Quedan todavía varios temas por abordarse en esas discusiones públicas, y particularmente, sigue intacto el reto para los candidatos: ser capaces de colocar en la atención pública una propuesta, un proyecto, y no sólo una crítica a los adversarios.Se reitera: la debilidad y la fuerza de los candidatos se mide en eventos vivos, como los debates. Los mensajes en redes sociales, la publicidad, los discursos en entornos controlados, son construcciones de una realidad y de una persona que regularmente, no existen.jonasn80@gmail.com / @JonasJAL