La política se hace con los sesos, y también con las emociones. En un extremo están los tecnócratas, sesudos que creen que los problemas se pueden resolver exclusivamente a través de la técnica. En el otro extremo están los populistas, emocionales incapaces de controlar sus continuas explosiones sentimentales. Es un debate que viene desde la antigüedad, y que vemos nítidamente hoy en nuestra política nacional, y las elecciones que se aproximan.En la antigua Grecia, Platón defendió el gobierno aristocrático (de los mejores) ante el continuo caos que vio en la democracia ateniense, la cual había descendido en demagogia. En el ideal platónico, la racionalidad sería la única base para tomar decisiones de gobierno. Dos mil años después un debate similar se gestaría durante la Ilustración y en medio de la Revolución Francesa. Por un lado, intelectuales como Thomas Paine abogaban por la razón como el único medio para tomar decisiones y acceder a la verdad. Sin embargo, el padre del conservadurismo moderno, Edmund Burke, sabía de los horrores que producen los excesos de todo tipo, haciendo hincapié en la complejidad humana, las tradiciones comunitarias y los valores morales.Esa tensión sucede precisamente hoy en México. Después del desencanto con la democracia, la presidencia de Enrique Peña Nieto provocó la gota final que ocasionaría la llegada al poder del populismo lopezobradorista. La frivolidad, distanciamiento y corrupción del cacique mexiquense le abrirían las puertas a un presidente que, además de tener años denunciando a las élites mexicanas, sería en su personalidad todo lo contrario al presidente en turno: alegre, austero, dicharachero. Más aún, hizo suyo un discurso nacionalista y comunitario. Comienza su campaña en Cd. Juárez, recordando al gobierno itinerante de Benito Juárez y a los pobres del país. El contraste con el candidato panista, Ricardo Anaya, no podía ser mayor: empieza en una de las zonas más pudientes del país, Santa Fe, en un lugar cerrado, la Expo Santa Fe, con emprendedores para hacer un “Hackatón”. El desenlace estaba cantado desde un inicio.El presidente López Obrador ganó por las legítimas emociones que causó y, una vez en el poder, las emociones siguieron gobernando. La política pública, esa parte técnica tan necesaria para gobernar, tomó el asiento trasero, con resultados desastrosos. Conforme se acercan las elecciones de 2024, surge la pregunta de qué candidatos tienen la inteligencia técnica con la capacidad emotiva para ganar y gobernar. Del lado de Morena, Claudia Sheinbaum es solo una técnica; Marcelo Ebrard, un político experimentado sin carisma. Del lado del Frente, Beatriz Paredes tiene un perfil similar al de Ebrard; sin embargo, Xóchitl Gálvez tiene ese carisma lopezobradorista, aunque también puede caer en esas ocurrencias lopezobradoristas: querer reducir la inseguridad a base de eliminar micheladas es una completa sin razón.Mucho indica, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez serán las contendientes presidenciales. Y entonces, nos preguntamos qué podrá más: ¿la emotividad de López Obrador con una candidata adormecida, o la emotividad de Gálvez con unas siglas partidistas desgastadas? Fernando Nuñez de la Garzafnge1@hotmail.com@FernandoNGE