Vale la pena distinguir entre ser cómico y tener un buen humor. El primero genera risa y hasta una carcajada, el segundo indica que se está de buenas; refleja un estado de ánimo positivo y alegre.Ya desde los primeros escritores, se ha plasmado un género literario a propósito del buen humor, y es que la palabra, cuando nace de la pasión y el buen gusto, se hace agradable y provoca buen humor. En cambio, el malo surge del dolor, de la amargura, del hastío, del fracaso, de la cobardía y el pesimismo. Eso es lo que marca la pauta, de estar de buen o mal humor.Una persona que manifiesta un estado de ánimo positivo, vivaz, entusiasta, dinámico, flexible, adaptable y que trasmite una buena “energía”. En general resulta una compañía deseable, en contraste con los que padecen del malo, que de plano es mejor alejarse y no quererlos ni ver.Queda claro, que en esta experiencia disruptiva de nuestra vida normal, ha generado una clara división entre los que mantienen el buen humor, de aquellos a los que se les agrava el malo.Para los que ya padecen de mal humor, se convierte en una desagradable experiencia. Y es mejor que pronto hagan algo, para salir de tan patético estado de ánimo, y aprendan a nutrirse de las actitudes de los que sí tienen el privilegio de gozar de la vida con estabilidad y ecuanimidad, a pesar de las circunstancias que todos estamos viviendo.Habrá quien diga que así naces, con buen o mal humor; en parte puede ser cierto; pero aun así tengo la convicción de que tiene mucho de una elección. Así que tú sabrás, o afrontas el momento con buen humor, o te hundes en las densas aguas de lo contrario.
