Lunes, 25 de Noviembre 2024

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Curiosos usos y costumbres

Por: María Palomar

Curiosos usos y costumbres

Curiosos usos y costumbres

El sismógrafo de la Embajada de México retumba cuando “la Superioridad” (así se le dice con unción a la Secretaría de Relaciones) avisa que está mandando un Mensaje Cifrado. Entonces empiezan las carreras a pasitos ratoniles del Jefe de Cancillería (el segundo de a bordo) a la oficina del Titular; ambos ponen caras de circunstancias. En tiempos pasados, el anuncio y el cifrado mismo llegaban en papel por La Valija (objeto legendario y aún venerado), que viajaba esposada a la muñeca de un diplomático. Ahora llegan ambos por correo electrónico. 

Luego hay Cónclave en la oficina del Titular (nótese que todo en las Embajadas va con mayúscula); por lo general se excluye a todo el mundo salvo a los dos personajes mencionados, o cuando mucho uno más. “Extra omnes!”, como se dice al cerrar la Sixtina. Se abre en ese momento la Caja Fuerte, de la cual antes se sacaba La Cifra, que era un cuadernito, y ahora algún artilugio cibernético. (Huelga decir que, si alguna potencia medianita estuviera interesada en el contenido, ya habría leído completo el recado antes que el sujeto al que lo mandan. Espíritus aviesos le dicen “el cuti”, porque para la CIA, el MI5 y demás servicios de inteligencia serios resulta tan complicado como entender lo que se dice “en cuti”.)

Si resulta que tal mensaje contiene instrucciones de pedir al país donde está la representación el Beneplácito (o el Agrément o Plácet, que es lo mismo), el Titular, si es del Servicio Exterior, se entera de que lo van a cambiar; si resulta que es un enchufado, como abundan (y hoy en día más), generalmente le están diciendo que ya se le acabó el veinte (lo cual suele descomponerle el semblante, por lo que es fácilmente adivinable).

Lo que sigue es muy curioso: se redacta algo con el regocijante nombre de Nota Verbal (sic), en una hoja blanca sin membrete, ni folio, ni firma, que pide a la Cancillería del país en cuestión considerar la posibilidad de recibir como Embajador de México a Fulano o Zutana de Tal. Este procedimiento poco menos que subrepticio tiene el propósito de ahorrar a ambos países posibles dimes y diretes, y no exponer a nadie dando publicidad a la gestión. El Estado receptor está en plena libertad de aceptar o negar, sin tener que dar razones (ya su Embajada en México le habrá informado suficientemente acerca del sujeto).

De memoria viva, sólo se dio un caso en que se supo del rechazo de una propuesta mexicana: cuando Gran Bretaña bateó a Porfirio Muñoz Ledo, quien acababa de protagonizar sonada trifulca con pistola y todo en Nueva York, onda José Alfredo. Quién sabe si la filtración fue “fuego amigo” de algún malqueriente, o si el Foreign Office se sintió tan agraviado que no dejó pasar el asunto bajo silencio y, con la característica perfidia de Albión, dejó que se supiera. Papelón.

Claro que puede que haya habido muchos rechazos más, pero las reglas diplomáticas están hechas precisamente para tratar de evitar situaciones incómodas. Pero eso era antes; ahora, según se ve, los ridículos y despropósitos son la regla en la Cancillería. ¿Y qué opina el Servicio Exterior Mexicano? Pues nada, como de costumbre. Si de por sí es tradicionalmente agachón, ahora mucho más.

tapatia55@hotmail.com

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