Los estados emocionales que generan miedo, como es el actual caso de la pandemia, pues nos producen miedo a perder la salud, al mismo tiempo desatan los mecanismos de la agresividad. Y cuando hay un detonador, se puede derivar en violencia.Lo que sucede dentro del contexto social, también acontece dentro del familiar y laboral. El confinamiento, aunque voluntario, puede producir una escalada de tensiones y desesperación, que se acaba por manifestar en insultos, faltas de respeto y francas agresiones emocionales y hasta físicas.El enojo, la irritabilidad, la sensibilidad a los hechos injustos y abusivos, son parte de las conductas provocativas que encienden muy fácilmente la pólvora de nuestros impulsos. Perdemos así la calidad mental y nos comportamos de manera arcaica y primitiva.La desesperación por el aislamiento, la tensión generada por la irrupción de la vida productiva, el sacrificio económico y en muchos casos el desempleo y las carencias, son fuente inmediata para hacer vibrar la frustración y las ganas de explotar contra lo que se presente. De aquí, que esos detonadores de abuso policial, o de cualquier tipo son la mecha predilecta que enciende el caldo de cultivo que ha preparado el COVID-19. De aquí la importancia que le hemos dado a cuidar la salud mental y la higiene emocional. Que, lamentablemente, se le dio poca difusión.Ante una situación así, siempre guardar la calma es indispensable, y procurar tener actividades físico deportivas, que ayuden a disminuir las tensiones. Estar plenamente conscientes de no hacer ni decir nada cuando se está enojado y en estados de irritabilidad.Las autoridades tienen que tener más conciencia de la importancia de la higiene mental y de no caer en provocaciones de violencia que se esparce muy fácilmente como el fuego en la primavera.