Domingo, 24 de Noviembre 2024
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Cuatro meses de montaña rusa

Por: Salvador Camarena

Cuatro meses de montaña rusa

Cuatro meses de montaña rusa

Quien considere que el domingo terminará el estrés político que se ha vivido en los largos meses de la pugna electoral no está viendo claramente. 

Pongan ustedes que se da el resultado más sorpresivo. Que gana Xóchitl Gálvez, por uno por más puntos, con o sin mayoría legislativa, quedándose su coalición, junto con Movimiento Ciudadano, con el grueso de las gubernaturas en juego. Vaya noche la que sería la del 2.

Habría Presidenta de alternancia, pero razones para temer por la gobernabilidad. Sería un resultado electoral que tendría en claro solo una cosa. Andrés Manuel López Obrador no se iría a su casa. Iniciaría, para empezar, cuatro meses de resistencia… desde Palacio Nacional. 

¿Hasta dónde estaría dispuesto a llegar el actual Mandatario si las urnas le dan la espalda, si el electorado le niega un segundo periodo al hilo a su movimiento en la Presidencia de la República?

¿Reconocería AMLO las victorias propias con la misma cara que niega las de la oposición? La respuesta más probable es obvia. No importa si en el pasado aceptó dos derrotas en una jornada en que se disputaron seis gubernaturas, en esta ocasión se juega la continuidad.

La injerencia del Presidente en la elección introduce un elemento de incertidumbre ausente en 2006, 2012 y 2018. 

Claro que el obradorismo no reconoce elecciones libres hace 18 y 12 años; y cree que el triunfo de hace seis se dio a pesar del sistema, no porque éste funcionaba. Y no reconoce que hoy intervienen ilegalmente.

Hoy en el poder, Morena y su candidata incluso hablan de intentos de la oposición por echar abajo el resultado de los comicios por la vía de los tribunales. El argumento es insostenible (si algo tienen hoy INE y Trife es abierta tendencia proMorena), pero muestra lo lejos que está el oficialismo de considerar posible, ya no digamos cercana, la victoria opositora. Para ellos tan es un hecho su triunfo que alertan de supuestos intentos opositores por judicializar el resultado.

En todo caso, si gana Xóchitl comenzará una batalla política sin precedente, todo ello sin mencionar que nadie sabe a ciencia cierta con quién gobernaría o cómo armaría una estrategia para hacerse de la gobernabilidad con Morena enardecido por la derrota.

Si quien gana es Claudia Sheinbaum el periodismo y el análisis tendrán mucho trabajo para desentrañar una transición menos ruidosa, sin duda, pero no necesariamente más tersa o ausente de conflictos o pugnas. 

Por su estilo personal de asumir las responsabilidades, porque sabe lo que caerá sobre sus hombros esa noche -el futuro de todo un movimiento- y por la falta de institucionalidad de un grupo que lo que tiene de avasallante lo tiene de dependiente de una sola persona, el 2 de junio iniciaría un baile de máscaras muy complejo.

El triunfo le dará a Sheinbaum una legitimidad extramovimiento a condición de tres factores: 

-que en efecto se vea que logró conquistar más de lo que ya tenía AMLO (sea porque lo supera en votos, sea porque se vea que ella ganó bien mientras otros candidatos del Presidente no, o no tan bien).

-que independientemente del triunfo, de inmediato se le vea margen propio para maniobrar dentro del movimiento (sí, que la sombra de YSQ se vaya disipando).

-que en cada día previo al 1 de octubre, sin prisa, pero sin demora, ella sea a quien propios y extraños busquen, que el eclipse del viejo rey sea no sólo evidente sino genuino. 

Si gana Claudia, aun en una jornada sin crimen organizado capturando opositores, estará muy lejos de terminar la tensión. 

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