Las obras para convertir el triforio de la Abadía de Westminster en un área museística han arrojado una cantidad inimaginable de reliquias, algunas muy curiosas, que amplían el conocimiento de la historia del edificio.Este gran monumento en el centro de Londres fue originalmente, en el siglo X, una abadía benedictina. En 1245 el Rey Enrique III emprendió su renovación en estilo gótico, tal como ha llegado hasta el presente. Desde 1066 ha sido escenario de las coronaciones de los monarcas ingleses. Están enterrados en Westminster más de tres mil personajes notables de la Gran Bretaña: reyes, políticos, científicos, escritores como Dickens o Kipling (cuyas tumbas se hallan en el llamado “rincón de los poetas”).El acervo de objetos y documentos de valor artístico e histórico que guarda la Abadía es inmenso. Antes tenía un pequeño museo anexo, pero fue cerrado hace un par de años para emprender un proyecto más ambicioso, las Galerías del Jubileo de Diamante de la Reina, que se anunció que se inaugurarán este año. Para eso se comenzó a descombrar el triforio, una galería alta que corre alrededor de la iglesia sobre los arcos de las naves. La galería tiene una vista magnífica que hasta ahora poca gente ha podido admirar, y también está llena de adornos y esculturas que resultan invisibles desde abajo. El deán de la Abadía considera que originalmente se hizo para instalar a lo largo de ella diferentes capillas, pero finalmente nunca se usó más que como desván.Al quitar la madera del piso de la galería, se descubrió que el espacio entre éste y las bóvedas estaba lleno de lo que a primera vista parecía basura. Pero cuando el arqueólogo Warwick Rodwell tomó un puñado de polvo, vio en él docenas de fragmentos de vidrio y cayó en la cuenta de que estaba ante un trabajo de excavación y no de simple limpieza del lugar. Rodwell y su equipo llevaron a cabo un trabajo completo de exploración arqueológica, analizando cada centímetro cúbico de polvo y hollín en busca de vidrio y otros artefactos.*Albañiles y arqueólogos pasaron meses en una de las excavaciones más peculiares de la historia, trabajando en fosas de metro y medio de profundidad a más de 30 metros del suelo, protegiéndose con máscaras del polvo de asbesto y plomo. Los más de treinta mil fragmentos de vidrio fueron fotografiados, clasificados y enviados al taller de vitrales de la Catedral de Cantorbery, donde posiblemente trabajaron hace siglos quienes originalmente hicieron los vitrales. Con la pedacera, los especialistas han ido armando muchísimos rompecabezas distintos. Algunos trozos son del siglo XIII: muestran estrellas, flores, rayos de luz, animalillos fantásticos o rostros medievales, y están siendo reciclados para integrarse en nuevos vitrales para la Abadía.Pero fueron saliendo muchas otras cosas: botones, monedas, envoltorios de tabaco, cartas de baraja, la vaina de un cuchillo medieval y hasta invitaciones a la coronación de la Reina Ana en 1702.* https://www.theguardian.com/science/2017/dec/27/westminster-abbey-attics-archaeologists-treasure-trove-stained-glassDR