Desde la llegada de los españoles, existen en nuestro país dos visiones históricas y culturales mutuamente excluyentes: la hispanista y la indigenista. La excepción sería la exaltación del mestizaje contenida en el libro “La raza cósmica”, escrito por José Vasconcelos en 1925, en el que se ponderan los valores de ambas culturas e, incluso, se vaticina el nacimiento de una nueva civilización en América Latina. Por el contrario, la Revolución generó una corriente nacionalista que enalteció el valor del pasado indígena y minimizó la magnitud de las aportaciones de los conquistadores, cuando estas son sustantivas: el idioma, la religión y la cultura europea. ¿Hubo abusos? En cualquier guerra de conquista los hay, el tema es que cinco siglos después no hemos sido capaces de superar ese trauma. Seguramente no hemos tenido la capacidad para entender que la realidad es lo que es y que lo demás son suposiciones, interpretaciones de la misma. En esta riña permanente de vencedores y vencidos, tomamos posición y le hemos dado más importancia a la búsqueda de culpables que a encontrar solución a nuestros problemas. ¿Cuál sería nuestro presente de haber sido colonizados por los ingleses? ¿El indio muerto?Don Andrés Henestrosa, un viejo intelectual zapoteco, decía que “México cambiará cuando nuestros abuelos dejen de reñir”, en una clara alusión a nuestra incapacidad para aceptar que los mexicanos tenemos un pasado común y que, como todos los seres humanos, somos híbridos, mestizos. No hay razas puras. Lo grave, en nuestro caso, es que desde el Gobierno se alimentan la división y el conflicto social. Si la injusticia, la desigualdad, la corrupción y los abusos nos lastiman, deberemos actuar en consecuencia para erradicarlos. No es señalando a los demás, sino corrigiéndonos a nosotros mismos, como alcanzaremos el país en el que nos gustaría vivir.El pasado 9 de agosto se celebró el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. Supongo que la Asamblea General de la ONU seleccionó esta fecha para visibilizar a quienes son descendientes de los pueblos originales y las condiciones en las que viven muchos de ellos. Eso está bien, pero es simplemente llevar al anecdotario un tema que no existiría si los problemas estructurales de la sociedad estuvieran resueltos. Claro que la discriminación, la marginalidad y la intolerancia son muy graves, pero solo reflejan la injusticia y la desigualdad prevalecientes. El reto de fondo es integrar, respetando sus valores, a sociedades cuyas creencias y aspiraciones no coinciden con el modelo occidental.México es un país dividido, entre otras razones, porque las políticas públicas han fracasado debido a su propósito compensatorio, exculpatorio o de aprovechamiento electoral. Mientras sigamos adorando al becerro de oro y subordinados a un sistema que ha puesto los intereses de unos cuantos por encima de la justicia social o el bien común, nada cambiará: seguiremos siendo un pueblo desunido que alimenta sus rencores en la desconfianza, distante de la armonía necesaria para la convivencia y la solidaridad entre desiguales. Eugenio Ruiz Orozco