Se comparten diversos estados de ánimo y según la frecuencia en la que te encuentras, transmites lo que está en tu interior y los demás lo detectan. Es una especie de intercambio de las emociones.Te doy lo que traigo y a su vez, tomo lo que traes. Si andas de malas, me doy cuenta, al igual que si estás de buen humor.El aislamiento social, también nos alejó de las emociones de los demás, y pudimos comprobar que hay personas muy tóxicas al igual que ambientes sociales insoportables. Pero que si tienes que convivir por fuerza con ellos, como suele ser en el trabajo o en la escuela, la contaminación emocional es parte de la mugre que te tienes que ingerir, aunque no quieras.De que hay muchas personas, que de plano hay que darles la vuelta y no quererlos ni ver, es una auténtica realidad social, que no podemos negar; son los llamados “higaditos” que suelen circular, quitados de la pena, en los pasillos de nuestra vida, sin saber que son insoportables.Este confinamiento nos ha permitido identificar a los personajes que nos han hecho la vida nefasta, y que gracias a estar lejos de ellos, hemos descubierto el gran alivio que significa no tener que compartir, el mismo espacio con su mal aliento y su asqueroso discurso. Pero también, extrañamos los cálidos abrazos y la linda compañía de los seres que sí nos iluminan la vida diaria, con su hermosa actitud y se han convertido en seres importantes y positivos durante nuestras actividades.Ahora sí nos queda mucho más claro, que hay seres que nos comparten emociones muy positivas y hay quienes nos embarran sus putrefactos estados de ánimo.Las emociones son un sutil y poderoso lenguaje que intercambiamos con los demás. Te des o no cuenta, cada uno de nosotros tenemos un particular estilo de ser. O bien eres de los positivos, o de plano eres de los negativos. Que tus familiares, amigos y compañeros nos lo digan.