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Cuando el Gobierno renuncia a vigilar

Por: Salvador Camarena

Cuando el Gobierno renuncia a vigilar

Cuando el Gobierno renuncia a vigilar

Ahora que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) dejará de vigilar importaciones de ciertos alimentos, es útil recordar lo que pasó en Estados Unidos cuando, en medio de la pandemia, el Gobierno de ese país confió al dar fondos a ciudadanos, empresas y organizaciones: lo que sucedió es considerado ya uno de los más grandes fraudes de la historia del vecino del Norte.

Aquí un apretado resumen de lo que The Daily, el escuchado podcast de The New York Times, reseñó al respecto.

En medio de la parálisis por la pandemia, Washington utilizó al menos tres programas para apoyar a la población: uno de desempleo y otro de fondos gubernamentales para empresas impactadas por algún desastre, y uno más en donde el Gobierno respaldaría préstamos que diera la banca.

El reportero David Fahrenthold explica en el Daily del 27 de septiembre pasado que el Congreso estadounidense, consciente de que por la emergencia sanitaria el Gobierno no tendría capacidad para evaluar si eran legítimos o no los reclamos de ayuda, decidió confiar en la gente. El solicitante daba un click jurando decir verdad en su trámite y que estaba al tanto de que de lo contrario estaría cometiendo un delito, y listo. La urgencia parecía justificar esa decisión.  

Acto seguido, para obtener esos fondos de ayuda por desempleo, que se otorgaba por intermediación estatal, se presentó un alud de solicitudes de gente que se hacía pasar por otras personas: se dieron casos de que con un mismo número de seguridad social se pidió un cheque en 29 estados. Fue tan fácil y burdo, que un rapero californiano de nombre Nuke Bizzle, contó Fahrenthold, tenía un video con una canción donde presumía los sobres del apoyo proveniente del fraude. El departamento del Trabajo calcula que los desfalcos en este programa podrían ascender a 45 mil millones de dólares, de los 100 mil millones de dólares que se habrían defraudado en total.

Otro programa de préstamos se desvirtuó así: se otorgaban inmediatamente adelantos de 10 mil dólares por empresa solicitante, y los dueños de ésta podían quedarse con esa cantidad incluso si a la postre su solicitud era rechazada. ¿Qué ocurrió? Surgieron videos en YouTube sobre cómo tramitar, tuvieras o no una compañía, un préstamo; y además se dieron créditos por cientos de miles o millones de dólares por supuestas pérdidas por Covid a empresas que en realidad tenían años sin funcionar o ni existían.

Y el último ejemplo que se dio en el podcast fue sobre una ONG que ayudaba a alimentar a niños pobres. En unos casos, para recibir apoyos a fin de seguir esa labor, una de esas organizaciones pasó de gestionar alimentos para cuatro mil niños a solicitar fondos para dar comida a 400 mil Para “justificar” tan increíble crecimiento de beneficiarios aportaron datos de “niños” copiados de una página de internet para inventar nombres. Esa sola organización, basada en Minnesota, se embolsó 240 millones de dólares.

El Gobierno de EU pensó que por la emergencia podría confiar en los ciudadanos. Habrá quien crea que los fraudes, 100 mil millones de dólares, son peccata minuta dado que se dispersaron fondos por cinco billones de dólares.

Pero en el caso mexicano, si los importadores se portan mal la merma no será marginal ni necesariamente en metálico.

Al cancelar las supervisiones de Senasica y Cofepris, supuestamente para abaratar alimentos, sin vigilancia alguna, nuestros empresarios podrían importar productos que dañen la salud o que introduzcan plagas o enfermedades que luego impidan a México producir o exportar.

Sin controles, la tentación es mucha, y sus consecuencias nada anecdóticas.

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