Lunes, 25 de Noviembre 2024

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Crisis y Botón de Emergencia

Por: Jorge O. Navarro

Crisis y Botón de Emergencia

Crisis y Botón de Emergencia

La primera semana de noviembre en Jalisco (y en todo el país) está resultando extraña y amarga: coincidió con la aplicación del Botón de Emergencia por el incremento de contagios de coronavirus; los cementerios estuvieron cerrados y solitarios el lunes 2 de noviembre. Los vendedores de flores perdieron más de la mitad de su colorido producto que terminó, pudriéndose, en pilas junto a las paredes.

Las señales eran claras. Desde el viernes 30 de octubre, primer día del periodo especial de restricciones, las paradas del transporte público estaban abarrotadas. ¿Sana distancia para evitar contagios? Para nada.

Pero ayer volvió a pasar lo mismo: aglomeraciones en las paradas en calles y avenidas; terminales del Tren Ligero llenas de pasajeros. No alcanzó el fin de semana para revisar medidas y cambiar las reglas. Hubo luego una reacción, sí, pero no parece que en las empresas apliquen el escalonamiento de horarios para evitar que los empleados salgan a la misma hora, ni los transportistas aplican la medida de más unidades de transporte a las rutas con mayor demanda que, a estas alturas, ya están plenamente identificadas.

¿Qué falla? ¿La comprensión, la planeación, la solidaridad? ¿La aplicación más severa de la norma? ¿O todo al mismo tiempo?

Aplicar el Botón de Emergencia tiene un alto costo político. Eso es normal. Ningún Gobierno, ningún gobernante, pueden salir indemnes de una restricción de esta naturaleza, y menos después de casi ocho meses de incertidumbre, de controversias, de análisis críticos y defensas políticas.

Y sobre todo, después de 92 mil 100 muertos que oficialmente se reconocen en el Gobierno federal, aunque se rumora una cifra no oficial que podría elevar hasta 200 mil los fallecidos por el coronavirus.

Esta misma semana, el gobernador presentará su segundo informe de Gobierno. De hecho, desde este 2 de noviembre destinó su primer evento del día para informar que en dos años, la incidencia delictiva ha disminuido más de 20%, según se revise el tipo de delitos. Reconoció, claro, que el gran reto es la percepción de inseguridad, y en eso todavía hay mucho, mucho por hacer.

Seguramente, en los próximos días se hará hincapié en el mensaje de demanda de mayor presupuesto al Gobierno federal; se mencionarán obras de infraestructura; se reiterará el gasto en salud y saldrá a relucir también la Línea 3 del Tren Ligero.

Pero este año estará irremediablemente marcado por la pandemia del coronavirus. Eso lo tendrán que afrontar todos los gobernadores, igual que el Presidente López Obrador.

Y hay mucho descontento. Es natural. Junto con la pandemia se padecen la crisis económica, el aumento de precios, la fragilidad del empleo, la disminución de los ingresos y particularmente, la incertidumbre sobre la salud.

Mientras muchos se preocupan, se cuidan, se reservan y toman distancia, otros muchos se olvidan de las medidas, se mezclan, se arriesgan y se contagian.

Las autoridades piden conciencia y los cumplidos exigen medidas más estrictas.

Hay protestas e inconformidad.

Está fallando la comunicación, particularmente en un sentido: de gobernantes a gobernados.

¿Corregirán a tiempo?

jonasn80@gmail.com / @JonasJAL
 

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