Pues mis solitarios lectores me han aclarado mis dudas, ampliando mi panorama de charlas cafeteras, haciéndome ver que, por fortuna, cafés sigue habiendo muchos y que no debo limitar mis prédicas por lo amargoso que soy, pero que afortunadamente hay mucha gente que sigue gozando esa adorable costumbre de ir a soltar sabiduría y bienestar con soluciones siempre alejadas del poder, pero cercanas a la buena charla y a una humeante taza de ese maravilloso líquido.El primero que mencionaron fue “La copa de leche”, que yo me niego a calificarla como cafetería, ya que para mí fue el primer restaurante formal de esta ciudad y, además, la escuela oficial de meseros en esta, no recuerdo ningún mesero formal que no hubiera iniciado ahí y era grandioso el lugar, pero a mi juicio no califica como cafetería.Me indican que me faltaron de reportar un puño de cafés, algunos que conozco y otros que no. Así, una querida amiga me recordó el café de “La paloma”, al que -aunque no muy frecuentemente- sí llegué a ir un par de veces y donde pontificaban, como debe ser, un grupo importante de amigos, cuyas opiniones respeto. Y lamento haberme olvidado al narrar las anteriores, ya que esta cafetería tiene muchos años de ser un púlpito importante de las buenas doctrinas cafeteriles de esta noble y leal ciudad, tan apta por sus climas y ubicación a la real Guadalajara, ya que puede el usuario gozar de un café mientras mira en temporada de aguas las corrientonas de agua por la calle de López Cotilla, haciendo real y muy gozable aquello de “ver llover y no mojarse”.Otro café del que no hablé, por no saber de él y habérmelo perdido, por tanto, es el D’Val, por las calles de Pedro Moreno, entre Pavo y 8 de Julio, muy cerca incluso del Madoka y pues me perdí de mucho, ya que quienes me hicieron sabedor de su existencia, se extrañaron de mi burrez al desconocerlo, ya que tiene entre sus comensales a muchas personas del mundo de las letras y de la política, haciendo que mi ignorancia sobre el tema me produjera no haber conocido a mucha gente importante por la actividad que se genera en dicho café y que me impulsa a conocerlo.Pero no fue el único que ignoré, alguien que parece ser muy enterado, de esos que saben el huevo y quién lo puso, me menciona, además del D’Val -que al parecer es mi máxima regazón- otros que ni siquiera sé dónde quedan o quedaron, denominados “La ópera” y el “Treve”, que según él eran valiosos, pero que no me informa si todavía existen o cuáles eran las características que los hicieron memorables, situación que reconozco es siempre personal, por una relación de los asistentes con el titular de la cafetería, digamos un cariño personal.@enrigue_zuloaga