Una mañana de lunes caminaba por Efraín González Luna cuando a lo lejos vi a un hombre con medio torso empotrado en la ventanilla de un auto. Mientras yo avanzaba, sacó su cuerpo y caminó en mi dirección con un objeto entre las manos del tamaño de una consola de videojuego o algo parecido. -Buenos días -me dijo. Correspondí su saludo. Pasé de largo y hasta que vi los cristales rotos de la ventanilla del auto comprendí que cargaba un estéreo recién robado ante mis narices. El gobernador, pensé, ahora puede presumir no sólo que redujo 60 por ciento los delitos sino que los delincuentes son más amables. La ironía de la anécdota sirve para reflexionar sobre la manera en que los gobiernos comunican las buenas noticias (o disfrazan las no tan buenas): siempre con su copetito. Entre la estridencia apocalíptica de la que nos acusa la clase gobernante a los medios, y la vie en rose del discurso oficial, el único damnificado es el ciudadano. La verdad más objetiva queda a menudo sepultada entre los escombros de tabiques ideológicos, prejuicios individuales, la pereza para indagar más y la comunicación propagandística del Gobierno. Pero hay límites. No es lo mismo el énfasis optimista que el embuste profesional. Una cosa es inflamarse el pecho durante tres horas con el autobombo de acciones grandiosas y otra darnos como faisán lo que reluce apenas como renacuajo. ¿A qué me refiero? La explicación es muy visual, así que apelo a la imaginación gráfica del lector. En su V Informe de Gobierno (y en el de seguridad), Enrique Alfaro presentó dos gráficas con las leyendas: “La percepción de inseguridad más baja de los últimos años” para la Zona Metropolitana de Guadalajara, y “La percepción de inseguridad más baja de la década” para Jalisco, según el Inegi. En la primera, pasamos del 71 al 61 por ciento de ciudadanos que se sienten inseguros en la metrópoli. En la segunda bajamos del 44 al 38 por ciento a nivel Jalisco. Pero la gráfica es deshonesta por dos razones. El eje de la Y (vertical) fue alterado. En vez de mostrar la vertical completa del cero al cien por ciento, hace una especie de zoom, por así decirlo, para acotarla al rango del 60 al 75 en el primer caso, y del 30 al 65 en el segundo. Así la caída se ve más dramática. El efecto visual es más impactante que si colocas la gráfica correctamente. Ese es un truco de principiantes: si quieres modificar la representación de una gráfica altera el eje Y. No sólo eso. Los criterios de comparación por año y trimestre que presenta el Gobierno tampoco son consistentes. Elige periodos y fechas convenientes para mostrar una tendencia favorable. Álvaro Quintero, especialista en gobernanza y políticas anticorrupción, realizó una “gráfica honesta” en sus redes sociales (la comparto en @jnlomeli). Con una metodología adecuada, hay una reducción en la percepción de inseguridad, sí, pero ni de lejos registra un desplome grandilocuente. Estos sesgos, pequeños trucos de mago Sonrics, amueblan el discurso oficial de los gobiernos, lo cual no es una novedad, pero sí una forma de demagogia acentuada en estos tiempos. jonathan.lomeli@informador.com.mx