México indignado. Una niña de 7 años esperó a su mamá a la salida de la escuela, la mamá se tardó en llegar y la pequeña se fue con una señora. Luego pasó lo que todos ya sabemos; Fátima fue torturada y asesinada. A sus 7 años. Que enmudezca el mundo. Por supuesto que el gobierno federal tiene, debe, es su obligación hacer algo, urgente. Es un error grave el no incluir los asesinatos de niñas y mujeres en su agenda emergente. Es un error AMLO. Grande. Aunque el modelo económico nos haya llevado hacia esto, como señaló. ¿Qué está haciendo el gobierno federal para resolver la emergencia en materia de derechos humanos, derecho a la vida en México?¿Qué podemos hacer nosotros? Todos los “nosotros” que nos leemos a diario, indignados, opinando. Pues básicamente no sabemos, sin embargo arrojo dos puntos de reflexión que pegan potente (¡y lo estamos viendo hoy mismo!) en la infancia de nuestro país, en toda, todita; ahí les voy.El gobierno de Felipe Calderón arrojó su guerra contra el narco, sin tener un programa, mecanismo, idea, herramienta de cómo contener a la sociedad (entiéndase niños de la guerra, infancia en comunidades vulnerables por el narco, etc.), o sea no hay nada —por lo menos institucionalmente que yo sepa— que contenga a esos niños que se quedaron sin papá o que su papá o mamá es un o una delincuente. Nada.¿Cómo va a crecer esa infancia? Pues basta leer las noticias ¿no? Vivimos en un México donde la construcción de identidad se hace sí a través de los papás y las escuelas, pero también correspondemos a la época en que nacemos; correspondemos al entorno que vivimos de manera consciente y de manera inconsciente y en esto incluyo las noticias de todos los días; feminicidio, infanticidio, desaparecidos, etc. Así estamos construyendo pues.Punto número dos: No entendemos que todos contribuimos a la violencia sino nos educamos. Hay una violencia simbólica, clara, sistémica e inconsciente. ¿Cómo ¿cuál? –me preguntan–. Ejemplos claritos: replicar fotos como las de Ingrid en redes, es una. Castigar a una mamá que se retrasa en sus “deberes” –y lo hacemos seguido–, es otra. ¿Saben por qué lo hacemos? Por sistema. Por educación. Así construimos nuestra identidad. Esa violencia construye otro tipo de violencias. Si seguimos ahí, no vamos a salir del hoyo. Para ir borrando esos enormes baches se necesitan esfuerzos integrales; de la escuela, del Estado, de la familia. Ser conscientes, aunque duela.