En México hay 31 millones 800 mil 717 personas que trabajan en el sector informal. A los que les gusta la política pueden comparar este número con el de los votos que obtuvo AMLO en 2018. Fueron 30 millones 113 mil 483 los que eligieron al candidato tabasqueño el 1 de julio.¿Sabían ustedes que hay 7.2 millones de trabajadores en la informalidad más que en el sector formal? Nunca había sido tan grande la diferencia entre estos “dos Méxicos”. En la formalidad son 24 millones 601 mil 27 personas, alrededor de 43.6% de la población ocupada total.De acuerdo con datos de la ENOE, es la primera vez que rebasamos la marca de los 31 millones en este rubro. A esto contribuye el crecimiento de la población económicamente activa (PEA) y la crisis que estalló en el 2020. La población de 15 años y más con disponibilidad para trabajar llegó a 98.4 millones, en julio de 2021. Esto es 4.4% más de lo que era en julio del año pasado, 95.2 millones. En ese lapso, la PEA pasó de 52.3 millones hasta 58.9 millones.La pandemia trajo una de las mayores crisis económicas de los últimos 100 años. Hacia mayo de 2020 fueron más de 12 millones de personas que se vieron impedidos de trabajar o perdieron su empleo. En ese momento, la crisis era atípica por su enorme impacto en la informalidad. Con el tiempo, ha vuelto el comportamiento “normal” del mercado laboral en situaciones críticas: la informalidad se convierte en la válvula de escape, el gran generador de oportunidades laborales en tiempos difíciles. Así ocurrió en 1995 y 2008, sólo por hablar de las dos grandes crisis recientes. Esto fue especialmente cierto en el mes de julio de 2021. Se generaron 1.3 millones de empleos en ese mes. De ellos, 98% fueron informales.¿Quiénes son los informales? En esta categoría se incluye a los trabajadores que laboran sin la protección de la seguridad social. Hablamos de personas que se desempeñan en entornos urbanos, principalmente en micronegocios no registrados, como los puestos de tianguis, pero también de startups tecnológicas que cuentan con una base de jornaleros digitales, sin prestaciones.Hablamos, además, de trabajadores que participen en el sector rural, en la agricultura de subsistencia y en ranchos o granjas, con modelos de producción tradicionales o High Tech. No siempre la informalidad está en el sector privado. Existe en el sector público, personas que trabajan “normalmente” para alguna dependencia, pero no generan derechos. Viven de los sobres de gratificación, pagos por honorarios o de otras formas de ingreso “en la sombra”.¿Cómo sería México sin la informalidad? Aquí y ahora es imposible imaginarnos ese escenario. En los estados más pobres del país, como Chiapas, más de 80% del empleo es informal. En actividades, como el trabajo doméstico, la informalidad supera el 97 por ciento. Son parte del paisaje de las ciudades mexicanas y punto de encuentro de todas las clases sociales. En términos generales, se trata de actividades que se caracterizan por su baja productividad, pero no hay que olvidar que ahí se genera una cuarta parte del PIB. Si incluimos la economía informal vinculada a la criminalidad, el porcentaje subiría de forma dramática.Cuando hablamos de informalidad, nos referimos a un fenómeno que es económico, pero también político y social. Piensen en cientos de miles de empresas que no podrían sobrevivir, si tuvieran que pasar de un día al otro al sector formal, con todas sus obligaciones. Nos referimos a trabajadores que son explotados por empresarios, y también de microempresarios que son muy vulnerables frente a los embates de lo que Luis de la Calle llamó la economía de la extorsión. Piensen en dirigentes sindicales que controlan un tianguis; policías e inspectores que reciben sus propinas de los informales por hacerse de la vista gorda… dirigentes políticos que ganan elecciones gracias a su capacidad para cultivar la relación con estas personas; grandes empresas proveedoras de un mercado que paga cientos de millones en efectivo. ¿Podemos imaginarnos un México sin informalidad?lmgonzalez@eleconomista.com.mx