Las inéditas y conmovedoras imágenes de solidaridad colectiva que desplegaron los habitantes de las comunidades asentadas entre Zacatecas y Colotlán, Jalisco, con veladoras y globos blancos, para arropar el desgarrador dolor y luto de los padres de las hermanas Viviana y Daniela Márquez Pichardo, y de su prima Irma Paola Vargas Montoya, deben ser tomadas por el gobierno federal y las autoridades de Jalisco y Zacatecas como una auténtica y espontánea expresión de hartazgo por la violencia desatada por los grupos del crimen organizado en esa región.Además de colocarse como un nuevo episodio de la severa crisis de violencia e inseguridad que azota al país sin que autoridades municipales, estatales y federales hagan algo efectivo para cumplir su obligación constitucional de garantizar la seguridad e integridad de la población, el cortejo fúnebre que transitó más de 100 kilómetros debe ser un punto de inflexión para no dejar impune y hacer justicia por la desaparición y muerte de estas tres jóvenes mujeres y un hombre que enlutó a Colotlán y conmocionó a Jalisco, pese a ocurrir en el convulso estado de Zacatecas.Como han documentado estudios nacionales e internacionales, cada vez son más regiones del país las que están controladas por grupos del crimen organizado por omisión, complicidad o miedo de las autoridades y sus corporaciones policiales.Una de esas tantas regiones es la zona limítrofe entre Zacatecas y Jalisco donde los delincuentes han normalizado el cobro de piso al grado de apoderarse de las carreteras para victimizar a los que tienen la desgracia de transitar por ellas.Ese fue el destino que les tocó sufrir a Viviana, Daniela e Irma Paola, quienes decidieron llevar de paseo al municipio de Jeréz, Zacatecas, a José Melesio Gutiérrez, quien estaba de visita proveniente de Estados Unidos.De ida llegaron sin problemas al destino turístico, pero de regreso se toparon con los sicarios que con toda impunidad interrumpieron su camino y les arrebataron la vida. No se sabía nada de ellos desde el 25 de diciembre cuando avisaron que ya venían en camino, hasta que el jueves pasado encontraron abandonada la camioneta en la que viajaban y al día siguiente sus cadáveres en una fosa clandestina en un despoblado de la comunidad de Víboras en el municipio de Tepetengo.No han sido las únicas víctimas en las carreteras que están en las inmediaciones de Zacatecas y Jalisco. En julio de 2021, dos paramédicos de la Secretaría de Salud de Jalisco que trasladaban en una ambulancia estatal a un paciente de Huejuquilla El Alto a un hospital de Fresnillo, Zacatecas, fueron agredidos a balazos y asesinados en la comunidad de La Florida, en el municipio de Valparaíso.Desde aquel hecho, el gobierno federal y las autoridades de ambos estados anunciaron que reforzarían la vigilancia en la zona, pero menos de un año después, vinieron las denuncias del Cardenal de Guadalajara, Francisco Robles Ortega, y del obispo de Zacatecas, Sigifredo Noriega Barceló, sobre la operación de retenes criminales y los permisos que los organizadores de las fiestas patronales de las parroquias de esa zona deben pedir “a la plaza” para poder realizarlas, con la condición de que les den parte de las ganancias que se obtengan.Ojalá las desgarradoras expresiones de dolor colectivo vistas el viernes en los límites de Zacatecas y Jalisco sean también un potente grito que rompa con los oídos sordos de los gobiernos y atiendan este clamor popular contra la violencia y la inseguridad”. jbarrera4r@gmail.comJaime Barrera