Durante la administración del presidente López Obrador se ha registrado una preocupante caída en los niveles de vacunación, lo que ha generado preocupación entre expertos de salud pública, organismos internacionales, y la sociedad en general, debido a los potenciales riesgos que representa para la salud colectiva.En el Sexto Informe de Gobierno, la sección dedicada a la cobertura de vacunación revela un panorama desalentador: entre 2019 y 2023, las tasas de vacunación para enfermedades prevenibles como el sarampión, la rubéola, la poliomielitis y la tuberculosis han disminuido significativamente.La cobertura de vacunación infantil, históricamente superior al 90%, ha caído hasta un 60% o menos en varias regiones. Este descenso pone en riesgo los logros alcanzados en la erradicación o control de enfermedades que, aunque prevenibles, podrían resurgir si las coberturas siguen disminuyendo.Esta drástica reducción, que viola los principios constitucionales de progresividad y no regresividad en la garantía de los derechos humanos, más aún bajo el principio del interés superior de la niñez, se debe, en primerísimo lugar, a la reducción del presupuesto para la salud pública.En segundo lugar, incide de manera muy relevante la transición confusa en la prestación de los servicios de salud; hubo varios intentos en el sexenio que resultaron en una organización que aún es incierta. Fueron propuestas fallidas; esquemas que no llegaron hacer como el INSABI, la mega farmacia, un sistema de compras que se acordó con la ONU y que no tuvo éxito, entre otros no menos relevantes.No puede soslayarse además el crecimiento en la presencia pública de grupos “antivacunas”, que promueven la desinformación e información falsa sobre pretendidas consecuencias negativas y riesgos asociados a la aplicación de vacunas. Aunque este es un fenómeno global, la falta de una estrategia sólida de comunicación por parte del gobierno federal ha permitido que estas narrativas se amplifiquen.Asimismo, deben considerarse de manera relevante los problemas de distribución y logística derivadas de una errática estrategia del gobierno federal, especialmente en las zonas rurales e indígenas. El descenso en la cobertura de vacunación tiene graves implicaciones para la salud pública. Enfermedades que habían sido controladas, como el sarampión, han reaparecido en varias partes del país. Además, el riesgo de que enfermedades erradicadas regresen, como la poliomielitis, es una posibilidad que no puede ser descartada, si no se revierte la tendencia actual.Por otro lado, la caída en la vacunación infantil pone en riesgo a generaciones futuras, que podrían enfrentar mayores tasas de morbilidad y mortalidad por enfermedades prevenibles. Esto, a su vez, incrementaría la carga sobre un sistema de salud que ya enfrenta múltiples retos, incluyendo el envejecimiento poblacional y la prevalencia de enfermedades crónicas.Para revertir esta tendencia, es crucial que el nuevo gobierno que encabezará la presidenta Sheinbaum ponga en el centro de sus políticas públicas, como uno de sus objetivos primordiales, la reducción urgente de la morbilidad y la mortalidad evitables, muchas de ellas incluso asociadas a la agenda de la igualdad de género, como es el caso del cáncer de cérvix, cuya prevención depende de la vacunación universal para prevenir el contagio del virus del papiloma humano.En ese sentido, el nuevo gobierno deberá tomar la decisión de incrementar el presupuesto y mejora en la infraestructura en salud, con el fin de relanzar los programas de inmunización, mejorar la logística de distribución y asegurar que las vacunas lleguen a todas las regiones del país.Además, deben relanzarse campañas efectivas de concientización. Para ello, el gobierno debe trabajar en conjunto con expertos de salud pública y organismos internacionales para educar a la población sobre los beneficios y la seguridad de las vacunas.El gobierno de la República no puede seguir apostando por una estrategia de “austeridad” en áreas tan sensibles como la salud pública; menos aún en una era en que, el cambio climático nos coloca ante el riesgo de nuevas pandemias, que pueden aparecer en cualquier momento y que pueden generar estragos tan terribles como los que vimos con la COVID-19.