Las imágenes que empezaron a circular en redes sociales de la agresión de un grupo de manifestantes a tres elementos de la Marina Armada de México (Semar) el lunes pasado son indignantes y una prueba más del jaque en el que los grupos delincuenciales tienen al Estado mexicano en Jalisco, como lo comentaba ayer en este mismo espacio.La fotografía de una camioneta de la Semar con las llantas ponchadas, cristaleada, apedreada y con pintas de las siglas del cártel Nueva Generación es también la prueba más clara de la cada vez mayor base social que el hampa tiene en las comunidades en Jalisco y en México. Avance e infiltración social del narco que se ha dado por años sin que las autoridades hagan algo por detener y que hoy se manifiesta con alta frecuencia en actos de agresión a agentes policiales o castrenses. Son años también de complicidades criminales de gobiernos, las que han empoderado a esas células de la sociedad civil que han hecho del delito, en sus más variadas expresiones, su forma ilegal de vida y que están dispuestos a defender contra quien sea en el momento que sea.Según las crónicas periodísticas, lo ocurrido en Ciudad Guzmán el lunes inició con una protesta de familiares de un joven desaparecido que fue detenido en enero pasado presuntamente por marinos, hecho que degeneró en la agresión verbal y física contra un par de camionetas y los elementos de la Semar que patrullaban en ese municipio. Pese a disparos que hicieron para tratar de disuadir a los manifestantes, tres de los marinos terminaron abandonando la escena en medio de patadas, palazos y mentadas.La madre del presunto joven desaparecido llegó a la manifestación procedente de Tuxpan y afirmó haber sido convocada por medio de WhatsApp, sin saber a ciencia cierta de quién se trataba. Los manifestantes portaron nuevamente cartulinas con leyendas que exigían la salida de la Marina de sus comunidades, como había pasado ya recientemente en otros municipios de la región como Tuxpan y Mazamitla. La pregunta es si estas protestas son verdaderamente por los abusos de estos soldados o financiadas por las mafias.Por lo pronto esta nueva afrenta a la autoridad, que termina rubricada por el cártel Nueva Generación en Ciudad Guzmán, dejó claro también que la coordinación policial prometida por Enrique Peña Nieto como una de las grandes diferencias de su estrategia policial hace seis años quedó sólo en los escritorios. A los marinos no acudieron a auxiliarlos, ni policías municipales ni estatales. Parecieron cobrar así la factura a los elementos de la Semar por marginarlos siempre de los operativos que hacen en el Estado.Lo dicho, los capos se sienten muy empoderados y arropados en muchas comunidades por las complicidades con autoridades y policías, y por el cada vez más creciente apoyo popular de sectores dispuestos a enfrentar por ellos a los uniformados.jbarrera4r@gmail.com
