El terremoto del jueves 19 de septiembre de 1985 ha sido una de las grandes tragedias nacionales y el fenómeno telúrico más destructivo en la capital del país. Hace 38 años un fuerte sismo de 8.1 grados con epicentro en las costas michoacanas golpeó fuertemente el entonces Distrito Federal, Guerrero, Michoacán y el sur de Jalisco. El recuento de la tragedia y las consecuencias sociales y políticas que generó se han centrado en lo que ocurrió en la Ciudad de México, y no es para menos. Se calcula que en el terremoto de 1985 murieron 20 mil personas según organizaciones independientes, aunque oficialmente el Gobierno sólo reconoció 3,192 fallecidos, 250 mil personas quedaron sin casa y casi un millón debió abandonar sus hogares. En 1985 existían aproximadamente un millón 404 mi edificaciones en la Ciudad de México, de los cuales 50,500 sufrieron daños de distinta magnitud, lo que representa 3.6 por ciento del total. Toda una tragedia, pero poco se recuerda que el tamaño de la devastación fue mucho más grave y profunda en otras regiones del país, como el sur de Jalisco. El fuerte sismo de 8.1 grados del 19 de septiembre de 1985 fue especialmente dañino para el sur de Jalisco, en los municipios de Zapotitlán de Vadillo, Gómez Farías y Ciudad Guzmán, actual Zapotlán el Grande. Su fuerza fue devastadora. La historia la ha contado Martín González, profesor de bachillerato y miembro de las organizaciones tradicionales de Zapotlán. En un documento inédito (“Con el sismo del 85 el sistema tembló”), González ha destacado que proporcionalmente, los impactos del terremoto de 1985 fueron mucho mayores en Ciudad Guzmán que la capital del país. De las nueve mil 304 viviendas que había entonces, mil 600 quedaron totalmente destruidas (17.1 por ciento), mil 300 tuvieron serios daños (13.9 por ciento) y tres mil quedaron con daños menores (32.2 por ciento). En total se calcula que hubo 21 mil damnificados, 30 muertos y 750 heridos. En total 63.2 por ciento de las viviendas en este municipio del Sur se vinieron abajo o resultaron dañadas, contra 3.6 por ciento de edificaciones afectadas en el Distrito Federal.Pero más allá del tamaño de los daños, la respuesta oficial ante la tragedia, fue semejante. El pasmo y la desidia. En el caso del Sur de Jalisco, el Gobierno envió un delegado para la reconstrucción, pero que “despachaba” desde un hotel de lujo de Guadalajara. La respuesta inmediata vino de la sociedad civil. La historia de cómo la población de la Ciudad de México se puso de inmediato a remover escombros y rescatar cuerpos es muy conocida. Lo es menos las respuesta de la sociedad civil en Ciudad Guzmán. González refiere que menos de dos horas después del terremoto, representantes de los barrios afectados se reunieron en la Casa de la Juventud para organizar la ayuda a los damnificados por zonas, repartir despensas y establecer el primer albergue. La primera respuesta espontánea de la población fue el rescate de los damnificados. Al paso de los días los damnificados fueron ampliando y mejorando su organización. Establecieron un comité de damnificados por barrio, que creció de 35 a 72 comités, coordinados por un comité central.Según Martín González hubo dos procesos de reconstrucción en Ciudad Guzmán: el oficial y el organizativos-social desde los barrios. Al paso de los meses, fueron estos comités los que levantaron 2,400 casas y consiguieron terrenos para 220 familias. Además de la reconstrucción esta fuerza barrial creo cooperativas de consumo, y talleres de auto-empleo, entre otras actividades. Este proceso organizativo no fue espontaneo, ni nació de la nada. Es un proceso de organización que se venía construyendo desde una década antes gracias a la constitución de más de 330 comités eclesiales de base en los barrios populares de Ciudad Guzmán. Gracias a ese denso tejido comunitario, los damnificados por el sismo en Zapotlán pudieron recuperarse de la tragedia, muy semejante a cómo la sociedad civil del Distrito Federal respondió al sismo con independencia del Gobierno.
