“Tengo los ojos de mi mamá y la sonrisa de mi papá, por lo menos en mi rostro ellos siguen juntos”. Esta frase se lee al costado izquierdo del pecho del joven asaltante que sobrevivió y fue trasladado en estado grave tras el enfrentamiento en una tienda de mascotas en Zapopan el pasado fin de semana. Quienes dimos seguimiento al suceso rescatamos lo lamentable de la inseguridad y de lo frecuentes que han sido los casos de asalto con violencia donde los jóvenes son los protagonistas.Sin embargo, hubo periodistas como nuestra compañera Rubí Bobadilla, quien al observar un poco más de cerca a uno de los autores del robo logra abrir una ventana hacia el telón de fondo de una realidad alarmante. ¿Qué hay detrás de la decisión que le cuesta la vida o la libertad a un joven? ¿Qué falló en el desarrollo y las oportunidades de una juventud que recurre a la delincuencia para sobrellevar el día a día? Tras la publicación que Rubí hizo en su cuenta de Twitter con la frase del tatuaje se presentaron cualquier cantidad de comentarios, desde los que reprocharon el punto porque fue lo único que observaron y los que lograron ver el mapa completo. Aquellos que al considerar que se humanizaba a un delincuente sacaron la artillería más pesada de un teclado y aquellos que lograron apreciar a alguien que lleva la ausencia tatuada sobre el corazón y desde esa realidad vivir su día a día. No faltó quien por un momento saliera de la fotografía y pensara también en la madre de ese joven y la del que perdió la vida en el mismo asalto.Nada justifica un ataque con violencia. No se trata de crear una historia detrás de un delincuente -que bien se podría, pero no es el caso, eso ya lo hicieron muchos otros escritores y periodistas con éxito antes-, lo que merece la pena observar son los efectos de la descomposición social en una generación que crece en medio de la disfuncionalidad con el espejismo de un cambio de vida rápido a través del crimen. De más está mencionar que desde el año pasado es un tema en la agenda nacional luego de que tras un enfrentamiento entre elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional y un grupo delictivo en Michoacán se logró la detención de 18 personas, de las cuales 12 de ellas tenían entre 12 y 17 años de edad, poniendo sobre la mesa el fenómeno del reclutamiento de menores para el crimen organizado. ¿Qué pasa en el entorno de esos niños que apenas terminan la educación primaria y prefieren unirse a la delincuencia que permanecer en el núcleo familiar? ¿Cómo viven esas familias? De acuerdo con la Red por los Derechos de la Infancia México (Redim) y el Observatorio Nacional Ciudadano (ONC), el año pasado se estimaba que entre 145 y 250 mil niños estaban en riesgo de reclutamiento, mientras que en la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, también publicada el año pasado, se registraron 3.35 millones de delitos en general que fueron cometidos por jóvenes de 25 años o menos.Botones sobran para una muestra como la de este fin de semana. Una persecución en Tlajomulco por reporte de robo a mano armada dio como resultado la captura de tres de los cuatro responsables: jovencitos de apenas 20 años. Y nos faltan los sucesos no viralizados con videos testimoniales en tiempo real que nos den más tema de conversación. Es por ello que merece la pena observar el mapa y no sólo el punto; ver en qué punto del mapa nos encontramos, qué exigimos y cómo contribuimos para generar un cambio, para que, pese a la fractura familiar y social que se vive actualmente, los niños y jóvenes puedan ver -con los ojos de una madre y la sonrisa de un padre- la realidad más allá de su entorno, de la necesidad y de la ausencia.