Imaginemos que somos jueces en el conflicto entre vecinos y colectivos ciclistas por la ciclovía de 4.2 kilómetros sobre Avenida Guadalupe localizada entre Niño Obrero y Periférico. Escuchemos primero a los vecinos de 42 fraccionamientos en la zona. Dicen que con la ciclovía, construida durante la pandemia, el tráfico aumentó: ahora el tramo entre Sanzio y Periférico lo recorres en auto hasta en 40 minutos en un “viernes social”. Sí había caos vial, pero no tanto. Por otro lado, la ciclovía en realidad es una “motovía” porque los motociclistas, sobre todo repartidores de comida, la agarraron de “carril exclusivo”. Además en la zona transitan tráilers de doble remolque, los camiones del transporte público hacen paradas y limitan otro carril. Los vecinos quieren negociar, alcanzar un punto intermedio. Piden reducir el ancho de la ciclovía al mínimo del estándar internacional para ganar un carril porque es muy ancha, hacerla por el camellón o en un sólo sentido de la vía. No rechazan la ciclovía, sólo piden ajustes, mejor transporte público y si es necesario que regrese la tenencia para desalentar el auto, pero no así: “¿Quieren una ciclovía de primer mundo? Hagan primero una ciudad con un transporte de primer mundo”, reclaman. Ahora toca escuchar a los ciclistas. Esta es una lucha de hace más de una década por una movilidad sustentable. Si cedemos un carril aquí, van a pedir otro y luego otro y otro. Además ese carril extra que piden funcionará unos días, si acaso semanas. ¿Por qué? Se llama tráfico inducido: más calles igual a más tráfico. Es decir, si una calle se libera, ante un exceso de autos (más de 2.5 millones en la metrópoli), la vía se satura porque el tráfico funciona como el gas, busca salidas. “Guadalupe ya está colapsada y seguirá colapsada por los próximos 20 años”, responden los ciclistas. Infraestructura es cultura, insisten, si no generamos opciones, no habrá una nueva cultura de la movilidad. Hay otras opciones para bajarnos del auto: Londres impuso un exitoso “cargo por congestionamiento” en el centro de la ciudad; le cobra a los conductores un peaje por circular en horas pico. Eliminemos el estacionamiento gratuito y dejemos de subsidiar la gasolina. Como juez hipotético, ¿a quién le das la razón? La realidad nos demuestra su complejidad: ambas posturas tienen razón. Juan José Frangie, alcalde de Zapopan, anunció ayer que la ciclovía “no se moverá un centímetro” porque es parte de la política de movilidad sustentable del municipio. Un estudio de TomTom, compañía de sistemas de navegación para autos, colocó a Guadalajara entre las 10 ciudades con peor tráfico del mundo con más de 24 mil frenados al año por el caos vial. La ciclovía de Avenida Guadalupe se quedará junto con el tráfico en aumento. Y mientras veamos a una ciclovía como todo el problema o toda la solución, sin creatividad para imaginar alternativas “fuera de la caja”, seguiremos atrapados en la añeja disputa entre “cochistas” y ciclistas. Y los gobiernos seguirán apostando por lo políticamente correcto sin soluciones integrales.