En unas semanas más terminará la época de incendios, terrible este 2019, y comenzará la de inundaciones. Pasaremos del “nunca había hecho tanto calor” aunque no sea cierto, al “nunca había llovido como este verano” aunque llueva menos, de acuerdo con las predicciones.Si algo nos caracteriza a los tapatíos es la falta de memoria. Por el contrario, si algo distingue al agua es su memoria: siempre fluye por donde mismo, sin importar las trabas que le pongamos y por supuesto sin respetar las decisiones de los urbanistas. Si a alguien se le ocurrió hacer una avenida sobre el cauce de un arroyo, como en Avenida Patria, podemos darlo por descontado: el agua seguirá su cauce, sea por encima de la hierba y la arena o del pavimento y los autos. Le da igual.Como cada temporada, la Universidad de Guadalajara actualizó el Atlas de Riesgos y señaló los puntos susceptibles de inundación. Están todos los de siempre, cerca de 300, más los que se han acumulado en los últimos años, otros 50, casi todos en la zona de Tlajomulco.¿Se pueden evitar las inundaciones? Evitar no, mitigar sí, pero el costo es tan elevado que los políticos prefieren no meterse en esos berenjenales. ¿Se acuerda que el entonces alcalde de Guadalajara Enrique Alfaro decía que no iba a descasar hasta resolver el problema, que fue a Ciudad de México a gestionar recursos, que dijo que el Gobierno del Estado era un irresponsable por no atender el asunto? Pues nada, hoy ya nadie habla de eso, ni él, ni sus secretarios, ni el nuevo alcalde de Guadalajara.Es imposible que de golpe se puedan invertir 10 o 12 mil millones de pesos para reducir, que no acabar, el problema de las inundaciones en la ciudad. Peor, aún invirtiendo esa cantidad nadie asegura que, en una tormenta excepcional combinada con una buena cantidad de basura en los colectores, la ciudad no vaya a inundarse de nuevo. Encima, los colectores son inversiones que no se ven y se usan a lo sumo 20 o 30 días del año, cuando hay grandes tormentas. El incentivo de los gobiernos para invertir en ello, como ha quedado claro a lo largo de las últimas décadas, es muy bajo, por no decir nulo.La única forma de mitigar, porque la tontería de construir calles sobre los cauces de los arroyos ya no tiene remedio, es destinar recursos de manera permanente y sin preguntarle a los políticos. Esto es, etiquetar a través de un fideicomiso o una figura similar, 500 o mil millones de pesos al año y pensar en soluciones de mediano plazo. De otra manera lo único que va a suceder es que cada año tendremos un mapa de riesgos actualizado donde solo se incrementarán los puntos susceptibles de inundación y las pérdidas patrimoniales y los políticos se irán con la conciencia tranquila de que cuando ellos llegaron aquello ya estaba así. (diego.petersen@informador.com.mx)