Al inicio de la pandemia de COVID-19, escuchábamos declaraciones asegurando que saldríamos fortalecidos. Ha pasado más de un año del primer contagio y la muerte, el sufrimiento y la desolación son parte del aire que respiramos.Cada país lo ha enfrentado desde sus propias circunstancias. El SARS-CoV-2 no ha impactado igual a las islas que están a medio Pacífico, que a países que comparten fronteras terrestres, comerciales y sociales. Los retos son distintos en países dependiendo su orografía, pobreza y rezagos en los sistemas de salud que en economías que concentran el mayor porcentaje de la riqueza del mundo.El tiempo juzgará las decisiones que cada gobierno ha tomado, los que impusieron medidas restrictivas, los que minimizaron el impacto, los que no rectificaron el camino, los que apoyaron a los más vulnerables o los que politizaron la pandemia. Al final, los muertos serán testigos y formarán el expediente que será juzgado por la historia.Hoy, en México, la pandemia está descontrolada y en su pico más alto. La estrategia de vacunación es un enigma, llena de contradicciones, preguntas, opacidad, y un manejo político que sobrepone el interés electoral por encima de salvar vidas en el menor tiempo posible. El ego, la soberbia y las ambiciones políticas desmedidas son una cepa difícil de vacunar.Sin restar importancia a la situación urgente de salvar vidas, me parece importante hacer una reflexión sobre una de las enfermedades más letales que padece la humanidad, la desigualdad. El último informe de Oxfam aborda de forma detallada cómo la pandemia “tiene el potencial” de ampliar la brecha entre ricos y pobres. Cómo han sido impactadas las grandes empresas y los 10 meses que les ha tomado regresar a los niveles pre pandemia, mientras que para las personas más pobres, la recuperación puede tardar más de 10 años.Con datos sólidos, el informe nos lleva de la mano demostrando el impacto que ha tenido el coronavirus en la desigualdad económica, en los sistemas de salud públicos, el racismo, el patriarcado, el empleo, las mujeres, los migrantes, el sector informal y en la educación. Me detengo en esta última porque es uno de los temas más preocupantes de la realidad en México, la brecha educativa. Según Oxfam, “la pandemia privó a los niños y niñas de los países más pobres a casi 4 meses de escolarización, frente a las seis semanas en los casos de los países de renta alta” La consecuencia que tendrá en la disparidad de oportunidades será enorme y sentenciará a millones a situaciones precarias.En el mundo tenemos ejemplos como Jeff Bezos de Amazon que han acrecentado su fortuna de forma exponencial y que, como decía el presidente de la editorial Gallimard, Antoine Gallimard, existe el riesgo donde salir fortalecido para algunos represente “ la desaparición de los más débiles”De acuerdo al informe de Oxfam, “el incremento de la fortuna de los 10 hombres más ricos del mundo bastaría para evitar que nadie cayese en la pobreza a causa de la pandemia y para financiar una vacuna universal contra la COVID-19”.Quiero aclarar que no estoy en contra de la generación de riqueza y el emprendimiento, todo lo contrario. Estoy en contra de la permisividad de los gobiernos, la falta de un piso parejo y el fomento a la desigualdad. Porque mientras muy pocas empresas acaparan la riqueza, en México tres millones de mexicanos y más de un millón de empresas pierden el trabajo, sin apoyos ni concesiones.Hoy, el Informe Oxfam nos invita a solidarizarnos, buscar soluciones y hacernos corresponsables como gobiernos y sociedad del futuro de la humanidad. Todos tenemos un papel dentro del desenlace de esta historia, para construir una economía más justa y entender que no se trata solamente de méritos propios cuando no partimos de las mismas bases.México enfrenta uno de los mayores desafíos de la historia. Las alarmas están encendidas, las sirenas no dejan de sonar. El pésimo manejo de la pandemia queda en evidencia, la incertidumbre del plan de vacunación es desoladora y la contracción en la economía del -9.1% durante 2020 promete, como dice Macario Schettino, “años perdidos”. Los índices de pobreza crecen, la violencia está descontrolada y la polarización, fomentada desde Palacio Nacional y los grupos de ultra derecha, cada día es más peligrosa.Es momento de unidad y de hacer un llamado a todos los actores políticos y económicos para que dimensionen lo que nos estamos jugando, porque no es solamente una elección ni la supremacía de nuestros resentimientos, es el futuro de las generaciones por venir.@JoseiRasso