Faltó batuta. Y no precisamente porque Enrique Radillo, director asistente de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ) no la utilizara (es totalmente optativa: hay directores que ocasional o sistemáticamente prescinden de ella), sino porque, salvo “Tristes Jardines”, botana en el sexto concierto de la Segunda Temporada 2022 del ensamble, la noche del jueves en el Teatro Degollado, que sería, paradójicamente, lo más feliz de la velada, el resto fue de lo intrascendente a lo lamentable.Aunque obra menor, ciertamente, compuesta por el jalisciense José de Jesús Martínez (1888-1916) para piano solo, “Tristes Jardines” ocupa un lugar de cierta relevancia en el extenso catálogo de valses mexicanos de 1900, entre los que sobresalen las creaciones de Juventino Rosas y Ricardo Castro. El arreglo sinfónico, aceptablemente interpretado por la OFJ, impregnó la sala (media entrada) de un ambiente de nostalgia.“Ángeles de Llama y Hielo”, de Ana Lara, sobre un poema de Francisco Serrano, evoca con los metales al “ángel de tinieblas”, al “ángel del alba” con las cuerdas, al “ángel de luz” con las maderas y al “ángel del ocaso” con las percusiones. Las cuatro secciones de la obra son sendas sucesiones de sonoridades armónicas, ocasionalmente agradables, pero incapaces de quedarse en la memoria por carecer del hilo conductor de una línea melódica.La gran decepción sería la Sinfonía No. 2 (en Re mayor, Op. 73) de Brahms, ejecutada (en la acepción más peyorativa del verbo: en el paredón, pues) con apego literal a la partitura, pero sin el menor respeto por la música. Las notas estuvieron ahí, pero difícilmente Brahms habría reconocido esa versión como suya. Fue como si la orquesta hubiera hecho una primera lectura de la obra, sin una guía –la del director– que equilibrara las secciones ni mucho menos armonizara la infinidad de detalles exquisitos plasmados por el autor. Pecado mortal, especialmente porque hay abundantes y estupendas versiones de referencia de la obra.Hubo pasajes rescatables, ciertamente: el solo de corno del segundo movimiento; el inicio del segundo y el tercer movimiento; el desempeño, en general, de cuerdas y timbales, y de los metales en el brillante clímax de la obra. El resto denotó una lectura desaseada de la partitura, con frecuentes excesos de fagotes y trombones particularmente, siempre en detrimento de las cuerdas... pero principalmente –vale subrayarlo– de la música.El programa, como de costumbre, se repite este domingo, en la misma sala, a partir de las 12:30 horas. Jaime García Elíasjagelias@gmail.com