Viernes, 22 de Noviembre 2024

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Boric, una izquierda del siglo XXI

Por: Diego Petersen

Boric, una izquierda del siglo XXI

Boric, una izquierda del siglo XXI

El triunfo de Gabriel Boric en Chile ha provocado euforia. Hay quien lo lee como la confirmación de una segunda oleada de la izquierda latinoamericana, quien ve en ello el fracaso absoluto del neoliberalismo, el triunfo de los pobres, etcétera. Cada uno hace su interpretación desde su historia, pero sobre todo de sus deseos. Pero quizá ayude más a entender buscar los matices, las diferencias.

¿Qué tiene que en común Boric en Chile y Ortega en Nicaragua, o López Obrador en México y Maduro en Venezuela, Díaz-Canel en Cuba y Fernández en Argentina? La verdad muy poco, cada izquierda tiene una historia distinta que contar y a algunas les decimos izquierdas porque así se autodenominan, pero cuesta trabajo reconocerlas en sus políticas públicas. Lo que hay en común en todos estos países es el fracaso del sistema económico -capitalista, neoliberal, colonial, como queramos llamarle- para generar un piso mínimo de bienestar que asegure el acceso de todos los ciudadanos a derechos básicos como alimentación, salud, vivienda y educación.

La de Daniel Ortega es una dictadura esotérica que se apropió de una revolución popular; Díaz-Canel es el heredero de un sistema comunista antidemocrático y dictatorial de más de 60 años; Maduro es una caricatura del Chavismo que a su vez fue un populismo nacionalista; Luis Arce en Bolivia es producto de un movimiento indígena que comenzó Evo Morales; Fernández representa a una izquierda democrática asociada al peronismo, el más rancio de los populismos latinoamericanos; López Obrador es un priista moralmente conservador. Aunque todos se dicen democráticos, los primeros cuatro tienen en común la construcción de grupos de choque que, como escribió el investigador de la UNAM, Hugo José Suárez, a propósito del caso boliviano, son parte de una estrategia poco o nada democrática. Cito: “La promoción de estos grupos paralelos que actúan fuera de las leyes y hacen lo que su conciencia les manda, amparados en una deslucida retórica socialista que a nadie convence, es parte de una estrategia de creación de un Estado paralelo que no se rige por leyes sino por intereses de los gobernantes”. Esto, hay que decirlo, no ha sucedido en Argentina ni en México, lo cual tampoco quiere decir que no pueda suceder.

La historia y el pensamiento del chileno Gabriel Boric poco o nada tiene que ver con esta visión de la izquierda que gobierna actualmente en Latinoamérica. Si algo caracteriza a esta izquierda es la juventud y en ella sí están presentes temas que no están en los viejos liderazgos socialistas latinoamericanos como los derechos de género y los derechos medioambientales. Muy pronto las diferencias comenzarán a aflorar más que las coincidencias. Mientras que el resto de las izquierdas latinoamericanas siguen ancladas en una visión, formas y deseos del siglo XX, en Chile ganó, por primera vez, una izquierda del siglo XXI; ganaron los jóvenes.

diego.petersen@informador.com.mx

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