Sábado, 30 de Noviembre 2024

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Bondades de la modernidad

Por: Jaime García Elías

Bondades de la modernidad

Bondades de la modernidad

Para muchos melómanos, cuando Jorge Manrique, en las célebres “Coplas” a la Muerte de su Padre, sentenció que “Cualquiera tiempo pasado fue mejor”, dijo una verdad axiomática. Prueba de ello, desde su perspectiva, que muy poco de cuanto se ha producido en el mundo de la música desde hace más de un siglo, parece destinado a sobrevivir “por los siglos de los siglos”.

Lo efímero abunda. Lo perdurable escasea. Nada -o casi nada- de lo relativamente nuevo compite con (ni mucho menos eclipsa a) las obras maestras de Bach, Mozart, Haydn, Beethoven, Schubert, Brahms, Chopin, Tchaikowsky, etc. Todos alcanzaron cimas insuperables. Difícilmente nadie, nunca, volverá a componer como ellos.

La modernidad, por contrapartida, ofrece a los melómanos ventajas otrora inimaginables. Una, indiscutible, la posibilidad de disfrutar de sus obras predilectas, de cualquier género, prácticamente en el lugar y el momento que les plazca.

Muchos contemporáneos y vecinos de Bach tuvieron la dicha inefable de escuchar infinidad de composiciones -las misas, por ejemplo- que jamás volverían a escucharse, porque nadie tuvo el cuidado de conservar las partituras. Muchas de esas obras se perdieron para siempre.

Contados contemporáneos de Mozart, Beethoven y demás, tuvieron ocasión de escuchar dos veces en su vida una obra de la que se hubieran enamorado.

Fue a partir de las primeras grabaciones, a finales del Siglo XIX e inicios del XX, que fue posible conservar y reproducir a voluntad versiones de las obras maestras y testimonios “vivos” de sus grandes intérpretes. Fue así como pudieron conservarse registros tanto de voces portentosas (los Caruso, Fleta o Bjöerling...), como grabaciones de sinfonías en que se advierte la mano maestra de grandes directores (Furtwangler, Toscanini, Fricsay, Kleiber, Klemperer, Abbado...) o conciertos ejecutados por virtuosos (Heifetz, Rubinstein, Gould, Menuhin...).

Adicionalmente, los avances de la tecnología han permitido realizar espectaculares masterizaciones de antiguas grabaciones, a las que se han eliminado muchas impurezas. Verbigracia, las versiones mejoradas de “los discos del siglo”, entre los que pueden mencionarse la Primera Sinfonía de Brahms o la Cuarta de Schumann dirigidas por Furtwangler, o la Novena (“Desde el Nuevo Mundo”) de Dvorak o la Sexta (“Patética”) de Tchaikowsky, con Ferenc Fricsay, o la Sexta (“Pastoral”) de Beethoven, dirigida por Carlos Kleiber: sendas cátedras de dirección de orquesta... aunque el escucha solo pueda basarse en el audio -excelente por lo demás- para comprobarlo.

jagelias@gmail.com

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