Lo avanzado o atrasado de una ciudad se nota fundamentalmente en dos cosas: cómo gestiona la basura y cómo trata sus cuerpos de agua. En ambas cosas Guadalajara está reprobada. No es la peor del país, siempre hay quien lo haga más mal, pero está muy lejos de ser un ciudad modelo o al menos con tendencia positiva. Por el contrario, cada administración que pasa estamos más lejos del objetivo, lo que se hace cada seis años es menos del mínimo necesario para atender los problemas de agua y basura que crecen a una velocidad mayor que la capacidad de gestión.En la recolección y disposición de desechos sólidos tenemos un atraso de décadas. En lo 90 se creyó que la solución, como todo en aquellos años, era la privatización, pero el enfoque desde entonces ha sido cómo prestar un servicio de recolección pasable para deshacerse del problema burocrático y no cómo gestionar los desechos sólidos de manera que la ciudad sea sustentable. La recolección y disposición de la basura son hoy un gran negocio privado cuyos costos ocultos los pagamos los habitantes de la ciudad en contaminación del aire y del agua. Como en la mayoría de los grandes problemas, los políticos terminan por administrar el tema de la basura sólo para que no les reviente en las manos, pero no se toman decisiones de fondo.En el caso de los recursos hidráulicos no sólo se trata de la dotación de agua potable sino cómo convive la ciudad con sus cuerpos de agua, sean arroyos, ríos, veneros lagos o las pequeñas presas que en algún momento tuvieron uso agrícola o industrial. La tendencia en la ciudad ha sido primero contaminarlos y luego entubarlos para convertirlos en calles o, peor, en terrenos urbanizables. El negocio de unos lo pagamos todos, sea por la disfuncionalidad de la ciudad o por esta especie de tómbola en la que cada año un número de ciudadanos paga con su patrimonio los efectos de las inundaciones.Llevamos 30 años desde que comenzamos a hablar de separar la basura y seguimos sin hacerlo y, peor aún, sin tener una solución para disponer los desechos sólidos de manera segura y sin afectaciones catastróficas al medio ambiente. Hace más de cien años que entubamos el río San Juan de Dios, que atravesaba la ciudad por donde ahora es la Calzada Independencia, y desde entonces no hemos sino destruido sistemáticamente nuestros cuerpos de agua. Siempre vamos tarde cuando se trata de problemas tan añejos y complejos, pero nunca es tarde para cambiar el rumbo.