Desde que acabó la elección del 1 de julio, el Partido Acción Nacional (PAN) tenía una tarea pendiente en la que se juega su futuro: renovar su dirigencia. En el nivel nacional, había que sustituir a Ricardo Anaya, el ex presidente panista que literalmente se adueñó del partido con los resultados ya conocidos; y en Jalisco tenían que sustituir a Miguel Ángel Martínez, presidente y también candidato a gobernador que terminó con la más magra cosecha de votos en la historia blaquiazul.Este domingo 11 de noviembre se citó a los panistas a las urnas para elegir dirigentes y resolver si pueden tener continuidad como una opción de gobierno en México.Sucedió lo que era previsible: Marko Cortés derrotó a Manuel Gómez Morín con una amplísima diferencia, y en Jalisco hizo casi lo mismo María del Pilar Pérez Chavira, que venció a dos candidatos surgidos de diferentes expresiones internas.La naturaleza de las tareas que deberán desempeñar los ganadores es muy diferente, pero hay un objetivo que opera tanto para Cortés como para la primera presidenta en la historia del PAN en Jalisco: transformar al panismo confrontado interiormente en una oposición estructurada y creíble.El trabajo de Marko Cortés es monumental. Si ya es difícil que se diferencie de Ricardo Anaya y estructure un proyecto que reconcilie a los panistas de todo el país, más complicado será construir una institución que detenga el tsunami político que es Andrés Manuel López Obrador, el Presidente electo que a pesar de toda su actividad y desgaste antes de asumir el cargo, sigue siendo aceptado y aprobado por la población abierta.Acción Nacional tiene un doble problema en su historia inmediata: fue echado por el voto mayoritario en la elección presidencial de 2012, y vuelto a castigar en 2018. Su estrategia de alianzas pragmáticas no sólo fracasó, sino que también fracturó profundamente a su militancia.En el nivel estatal, María del Pilar Pérez Chavira es vista como un proyecto político de continuidad; al ganar ella la elección interna, gana también el mismo grupo interno que ha mantenido el control partidista por más de una década. Para ella el escenario es también un reto mayúsculo: llega a la gubernatura Enrique Alfaro Ramírez, una figura política ampliamente aprobada por los votantes, fortalecido además con una mayoría en el Congreso estatal y sus aliados en las alcaldías más populosas del Estado.Los gobiernos de López Obrador y Alfaro Ramírez iniciarán sus administraciones con tan alta legitimación política que prácticamente no tienen rivales partidistas enfrente.En sendos escenarios, el nacional y el estatal, el PRI quedó disminuido al grado de ser apenas testigo; el resto de los partidos políticos está en similitud o peor.El PAN, sin embargo, tiene posibilidad de recuperar su sólido pasado ideológico y su tradición de oposición respetada y representativa.¿Un joven dirigente que apenas ganar es repudiado por el ex presidente Felipe Calderón, que renuncia al PAN, puede marcar diferencia? ¿Una mujer, la primera en llegar a la presidencia del partido azul en un Estado que dejó de ser panista hace años, tiene herramientas y capacidad para recuperar la credibilidad social? Se antoja difícil.