En veinte siglos de historia el cristianismo católico ha atravesado por cuatro graves crisis que amenazaron su presente y su futuro. Desde hace ya varios años hemos entrado en la quinta crisis. En el pasado las crisis nacieron siempre por problemas de adaptación que al no resolverse produjeron decadencia, y en algunas ocasiones se agravaron al coincidir con crisis sociales de diversa índole.La decadencia genera por una parte incoherencia en la vida de las personas, y por la otra, extremismos y ostracismo. Las personalidades menos audaces se refugian en un pasado romántico e irrepetible, y las audaces se lanzan a un futurismo sin límite. En la experiencia histórica de la cristiandad ningún extremo condujo nunca a la solución.En el entretanto que la crisis dura y madura un considerable sector de la sociedad se dispersa, llevándose, por así decirlo, trozos del escenario, recuerdos de lo que era aunque ya no tenga idea clara de lo que fue. Ayer celebramos la fiesta de la Navidad justo desde una crisis múltiple, agravada por una pandemia inesperada, aunque anunciada. En muchas personas y hogares se pudieron apreciar esos trozos del escenario, y esas familias reunidas, pero no necesariamente integradas en la esencia del festejo: para los adultos mayores, el nacimiento del Redentor; la reunión familiar, para los simplemente adultos; y una cena con regalos para la gente joven, cena que se podía anticipar a beneplácito, ya que lo importante ha venido a ser lo secundario. Habrá habido lugares donde todas las generaciones se ubicaron en lo primero y principal, y los habrá habido donde todos acabaron reducidos a lo secundario y accesorio. Ese es el panorama de comunidades en crisis de fe y de valores.Mañana se seguirá construyendo el futuro, cada una de estas edades mentales lo seguirá haciendo en tanto viva, pues el inmenso campo de la batalla cultural permanece abierto. ¿Y la crisis del cristianismo? En el pasado las crisis cristianas tuvieron una larga duración de consecuencias muy serias, pero siempre vino la reacción y el resurgimiento, eso sí, nunca de manera mágica o milagrosa; el cristianismo ha hecho milagros pero no se construye con base a milagros, vaya, ni el extraordinario milagro de la resurrección de Cristo tuvo un público expectante que debiera decidir su adhesión solamente si viera a Jesús resucitar, le vieron resucitado, pero no es lo mismo.La batalla cultural exige siempre combatientes actualizados, pero igualmente convencidos. En el caso del cristianismo exige además vivir lo que se anuncia, si el cristianismo es vida, pues tener vida y mostrarlo, aún más, demostrar que el estilo de vida propugnado por el cristianismo es efectivamente el mejor posible, el que da las mayores y más profundas satisfacciones.La actualización supone, en primer término, saber dónde es donde están hoy las nuevas generaciones, advertir los nuevos espacios virtuales, aprender los nuevos idiomas que hablan, descubrir sus inquietudes, sus expectativas, los dramas que enfrentan, rara vez se logrará todo esto si se está metido en el templo, de ahí la poco atendida invitación del Papa Francisco de ser una Iglesia en salida, que sale de sí misma, que deja de contemplar sus pasadas glorias como anciana melancólica mirando sin cesar sus antiguas fotos.