Dentro de tantas experiencias digitales que hemos aprendido a disfrutar en la pandemia, está la de escuchar podcasts. Por supuesto que previo a toda esta crisis (que está ya por cumplir un año) existían estas -que por definición son- grabaciones tanto de programas de radio y televisión, como grabaciones per se en torno a temáticas específicas que juntas forman un archivo. La historia reciente del podcast moderno o digamos, como lo conocemos hoy, data del 2004 cuando Adam Curry, ex presentador de MTV y Dave Winer, un desarrollador de software, lanzaron el primero. Hace dieciséis años, el mundo del podcast nacía para un público al cual no se conocía y al que tampoco se le podía medir su interés. El mismo creativo del podcast no sabía el mundo de posibilidades e interconexiones que se iban a poder entablar a través de esta herramienta. Por supuesto que si nos remontamos a la experiencia antigua de una grabación de un programa de radio pues en realidad, la fecha del 2004 nos viene muy corta. Pero es que la tecnología a mí por lo menos me sigue sorprendiendo en ese sentido porque todavía hasta hace poco, tenía que poner una alarma para no perderme tal o cual programa de radio antes de que estos quedaran montados en la red y pudiéramos recurrir a ellos a cualquier hora. El romanticismo de escuchar una voz en un tiempo y antaño en un lugar, a muchos jóvenes no les hace ningún sentido, y no me parece más o menos valiosa la vivencia, solo es una anotación a la tecnología y a su paso veloz por el tiempo. En el mundo hay (según cifras de Apple Podcasts) 1,000,000 de proyectos válidos, en el mundo del arte, cientos de episodios. Como en todo, desenmarañar los que valen la pena nos lleva horas. Las recomendaciones se van pasando entre amigos, por curiosidad, en publicaciones y demás. Pero cuando se tienen los recursos del Estado para hacer productos buenos y que sirvan a una comunidad para transmitir cultura, la música como la de Revueltas, Rolón, Carrillo, Castro, o hablar de nuestros pintores, bailarines, actores, dramaturgos, en fin, transmitir la voz del pueblo sin hacer uso político sexenal de ella, resulta un desperdicio tecnológico y visionario de recursos. Si hace dieciséis años era casi imposible medir la audiencia, ahora con métricas claras es inadmisible que quede empantanado en lo político.argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina