El fallecimiento de Raúl Padilla López se convirtió en un acontecimiento político. Su mera ausencia cambia el contexto político y eventualmente la correlación de fuerzas. La falta de quien fuera el jefe o cacique político del grupo que ha gobernado la Universidad de Guadalajara (UdeG) por 34 años es visto por los otros poderes y grupos adversarios como una oportunidad para intervenir en la red universitaria e imponer sus condiciones.A la falta de Raúl Padilla, se alteran el sistema interno de control y Gobierno con que operaba el Grupo UdeG y la relación de este con los poderes locales y federales. Como escribí la semana pasada, falta ver cómo se opera esta transición para conocer el arreglo interno de los integrantes del grupo universitario, y escribía que podíamos esperar un intento del grupo que controla el Gobierno de Jalisco, encabezado por Enrique Alfaro Ramírez, para tratar de intervenir en la UdeG. En poco más de una semana del fallecimiento de Raúl Padilla ya se observa hacia donde apunta esta transición. Internamente el grupo UdeG ha cerrado filas en torno a la figura del actual rector general Ricardo Villanueva Lomelí y haciendo llamados a la unidad interna. Del lado externo, el gobernador Enrique Alfaro dio un primer paso el lunes 10 de abril al hacer un llamado al diálogo con las autoridades de la universidad. El llamado del gobernador fue respondido positivamente el mismo día por el rector Ricardo Villanueva.Sin mencionarlo por su nombre a Raúl Padilla, Enrique Alfaro se refiere al fallecimiento de modo circunstancial: “A propósito de los recientes acontecimientos, reitero mi total disposición para que, en un marco de absoluto respeto institucional, sin presiones de ninguna índole, retomemos el diálogo entre las autoridades universitarias y el Gobierno del Estado de Jalisco”.Pero más adelante dictó los términos que impone para que dicho diálogo se lleve a cabo: “La Universidad de Guadalajara debe dejar de usarse como instrumento de presión política. Dicho de otra manera, la formación de partidos políticos, la búsqueda de espacios de influencia en los poderes públicos y el uso de la comunidad universitaria para atender agendas particulares, NO pueden formar parte de sus funciones sustantivas”.Es decir, que la UdeG debe dejar de participar en el juego político y electoral y dejar de usarse para apoyar a un partido o candidato. La UdeG ya no debe participar en las contiendas político-electorales, como en la que participó en 2018 justo apoyando la candidatura del propio Enrique Alfaro.El rector Ricardo Villanueva respondió a este condicionamiento, también mediante una carta pública, alegando que “aunque no comparto plenamente algunas de las ideas plasmadas en el comunicado del gobernador”, consideró que es tiempo poner por delante las coincidencias por encima de las diferencias, para habilitar un diálogo constructivo. En este primer curso de acción que toma el Gobierno de Jalisco respecto a la UdeG luego del fallecimiento de Raúl Padilla, y la respuesta que ofrecen las autoridades universitarias, parece que en los próximos días veremos fotos y mensajes de los primeros acercamientos entre Enrique Alfaro y Ricardo Villanueva. Pero no creo que haya acuerdos inmediatos y que el diálogo avance sustancialmente, pues ya antes se habían conocido otras condiciones que el Gobierno quería imponer a la UdeG. El 30 de agosto pasado, Enrique Alfaro Ramírez puso tres condiciones para retomar el diálogo: 1) que con la UdeG no se negociarían “posiciones políticas en el Gobierno ni nombramientos de magistrados o jueces en el Poder Judicial, ni espacios en los organismos constitucionales autónomos (…) Tampoco podemos negociar con la Universidad asuntos relacionados con el partido político que crearon recientemente”; 2) que no se asignarían recursos públicos a los negocios del Grupo UdeG, y; 3) que no habría diálogo mientras los edificios universitarios estuvieran “vestidos con lonas llenas de mentiras” ni mientras los universitarios siguieran con sus marchas y manifestaciones de protesta.Es decir, el diálogo que ofrece el gobernador Enrique Alfaro pretendidamente es para que la UdeG vuelva a sus funciones sustantivas, la educación, investigación y difusión y promoción cultural, y deje de operar para conseguir espacios en los poderes públicos. En teoría, suena bien, pero en el fondo lo que parece esperar el gobernador y su grupo es una universidad sometida política y financieramente al Gobierno del Estado. A efectos prácticos, tras la ausencia de Raúl Padilla, Enrique Alfaro queda como jefe político o cacique, con más poder en Jalisco. El diálogo que parece ofrecerse es para que el grupo universitario que gobierna la UdeG quede sometido a ese nuevo cacicazgo.