Hace un año todos nos deseábamos un feliz 2020. Nuestros deseos se cumplieron sólo en parte, pero para todos ha sido un año de aprendizajes inesperados y posibilidades descubiertas.Estamos tratando de aprender y asimilar que todavía no tenemos la garantía de la salud y de la vida asegurada, y que probablemente un semejante ideal debe ser sustituido para siempre por la conciencia de lo imprevisible.Lo imprevisible tiene que ver con la maravillosa variedad del cosmos y sus incontables mutaciones que acaban escapando a todo cálculo humano, superando a la ciencia en su rigor y a la filosofía en su especulación una y otra vez.Nos hemos dado cuenta de que no hay hábito que no se rompa cuando se pone en grave riesgo la vida, y que la jerarquía de nuestros valores, tantas veces alterada en los tiempos normales, puede restablecerse con inusitada prontitud cuando las circunstancias cambian drásticamente. Ni los casinos, ni los antros, ni los estadios eran insustituibles.Ahora sabemos mejor lo que significa ser parte de un país que no ha podido invertir suficientemente en la ciencia y en la tecnología, si bien tenemos la posibilidad de comprar la vacuna que otros países están produciendo, lo cual ya es una ventaja, aunque haya que hacer “cola” para alcanzar el beneficio.Curiosamente, lo que no pudo prevenir ni remediar en automático la medicina, lo pudo paliar la tecnología de la información tanto alertando al planeta entero, como haciendo el papel tutorial que va guiando en el sinuoso sendero de la epidemia.Por lo mismo, la perniciosa pandemia del COVID, trajo la útil pandemia del trabajo, el estudio, el esparcimiento, el comercio, la vida religiosa, y las comunicaciones “en línea”, sin la cual el desastre sería mucho mayor. No dejamos de observar que estas valiosas herramientas las hemos también recibido de las sociedades que apuestan más al cultivo de la ciencia que a la fundación de partidos y guerras de políticos.La generalización de las clases en línea, privaron al magisterio de algunos estados, de una de sus armas favoritas, la suspensión de clases, el paro de actividades, pero volvieron a mostrar la enorme desigualdad tecnológica que existe en México, ya que no todos los niños viven en lugares donde el acceso a internet sea viable, ni disponen de los insumos indispensables para acceder a estos recursos.Nunca habrá suficientes palabras para destacar el heroísmo de los trabajadores de la salud: afanadores, choferes, trabajadores sociales, guardias, cocineros, lavanderos, camilleros, enfermeros, médicos, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, que han vivido estos meses justo inmersos en el espacio en el cual nadie elegiría estar.Un escenario crítico global, como el que hemos estado viviendo, ha mostrado igualmente la diversidad de estados mentales que se da en la humanidad y que se ha derramado por las redes sociales. Todas las patologías, los tremendismos, los negacionistas, las figuraciones apocalípticas, los oportunismos, los incontables mensajes del “más allá”, las confabulaciones mundiales maliciadas, los extremismos, abonando sobre las imaginaciones fértiles y las inteligencias débiles.Un universo de aprendizajes y oportunidades que no debemos dejar de analizar, aprovechando cuanto sea realmente valioso y desechando la increíble cantidad de paja que se ha revuelto con el trigo.