Miércoles, 07 de Agosto 2024

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Apología del no me toca

Por: Isaack de Loza

Apología del no me toca

Apología del no me toca

Cuando la autoridad afirme, jure y perjure que no le toca, la realidad es que sí le toca. Para eso recorrió cada rincón del país cuando anhelaba tu sabrosísimo voto, llenó las calles con su imagen, prometió tan alto y tan arriesgado como si viviera en la lámpara de Aladino y, después, rindió protesta para recibir un sueldote que, ¿qué crees?, sale de tus impuestos.

Por supuesto que es una obviedad, pero a los dignos representantes de las y los ciudadanos a veces les conviene olvidar que asumieron una gran responsabilidad, que de sus decisiones depende el progreso o el retroceso del lugar en donde vives, y que también la crisis de violencia es una arista a la que deben plantarle cara.

Ajá: no importa en qué tema pienses mientras lees estas líneas, por supuestísimo que les toca.

También es cierto que cada autoridad tiene su rango de competencia, pero la cascada de omisiones que viene desde arriba impacta significativamente en los Estados y luego en los municipios. Y, sin importar el color, ideología o partido que los llevó a la cumbre, todas y todos deben trabajar en coordinación para que la maquinaria funcione con la exactitud de un reloj suizo.

Pero, ¡oh, amarga realidad!, esto es México y aquí todo se transforma y baila al ritmo que dicta el que da órdenes a quienes firman los papeles importantes. O, como le dicen los poetas de la noticia: al ritmo del inquilino del Palacio Nacional; al del residente de Casa Jalisco.

Este absurdo ha traído como consecuencia la normalización del no me toca. Lo ha llevado a niveles tan graves y repletos de cinismo como que el Presidente Andrés Manuel López Obrador diga que “no le corresponde a él juzgar a ex presidentes” y sacarse de la manga una consulta para que sea “el pueblo” quien lo decida.

Total, qué importa que ni al 10% de los mexicanos le hubiera importado ese ejercicio. Para el mero-mero eso es un éxito y a sus órdenes señor Presidente.

O qué decir de la perla máxima del ex presidente Vicente Fox, cuya originalidad más grande no necesariamente fue haber pateado al PRI de Los Pinos, sino inmortalizar la frase “¿Y yo por qué?” (preludio del no me toca) como respuesta a los trabajadores del Canal 40 cuando TV Azteca tomó por asalto su antena transmisora y éstos le exigieron que hiciera cumplir la ley.

En noviembre de 2009, al merecidísimamente defenestrado ex secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, se le ocurrió culpar a los municipios por la mayor parte de la violencia en México. En plena guerra contra el narco se atrevió a garantizar que, si el país era calificado como inseguro, no lo sería por el narcotráfico sino por los robos que se cometen ante el vacío de la autoridad más próxima al ciudadano. ¡Plop!

Alfonso Durazo, quien ocupó el mismo puesto dos sexenios después, aseguró que reduciría a la mitad los homicidios en los primeros tres años del obradorismo. Al final no sólo incumplió con su palabra, sino que ignoró su responsabilidad con la nación al frente de la Secretaría de Seguridad para buscar la gubernatura de Sonora. La pacificación, al final, no le tocó.

Y así, en cascada, la política del no me toca ha sido inspiración para muchos. En Jalisco, por ejemplo, políticos como el que gobierna actualmente al Estado usaron hasta que quisieron la crisis de asesinatos para golpear desde la oposición, pero cuando llegaron al poder dijeron que… pues no les toca. “Es un tema federal”. La indignación por la violencia, cómo no, se quedó en campaña.

¿Más ejemplos? De sobra. Como gobernador electo, Aristóteles Sandoval (✟) se comprometió a evitar la inundación de Temacapulín, Acasico y Palmarejo por la Presa El Zapotillo, pero cuando llegó a la oficina grande metió reversa y dijo que el tema era responsabilidad de la Conagua.

Y así, funcionarios van y vienen prometiendo hasta que duela y huyendo de su lengua como si el eco de sus mentiras no quedara en el registro. Todos enarbolan la bandera de la paz, del cambio, de la transparencia, la honestidad y la rendición de cuentas, pero la bajan en cuanto la realidad los impacta en la cara.

“No me toca”. La frase más flexible, amoldable y cautivadora para esquivar al incómodo que te recuerda que, si ganas tanto, es porque tienes que desquitarlo y no únicamente subirte a un camión cada que haya eclipse para que sepan que traes la guardia alta.

Indigno, por decir lo menos, cuando el grupo que te regaló el poder del que no quieres despedirte se asume como un movimiento de regeneración o uno como tú: ciudadano. Indigno, porque en el momento clave para eliminar a los perfiles que navegaron durante años en la sentina del barco, éstos harán lo que sea y pasarán sobre quien sea para eternizar su único legado: la apología del no me toca.

Y, claro, cobrar como si eso sí les tocara.

isaac.deloza@informador.com.mx

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