Si existiera la vergüenza en todas las personas que en algún momento se mofaron, hicieron escarnio y juzgaron como ignorantes a quienes advertíamos que Morena era un peligro porque llegaría al poder con la intención de imponer la autocracia y la dictadura en México, deberían estar escondidos bajo piedras, deberían cubrirse el rostro, deberían permanecer encerrados en casa y, principalmente, deberían estar cuestionándose en qué momento perdieron la brújula o la conciencia; en qué parte cerraron los ojos y se taparon los oídos para dejar de ver y escuchar las señales y alertas que emitía el propio Movimiento de Regeneración Nacional y la Cuarta Transformación, tutelados por el demente expresidente Andrés Manuel López Obrador.Todavía no hace mucho, en los días subsecuentes a que AMLO dejara la administración, se escuchaban y se leían burlas tanto en redes sociales como en programas de opinión y otros espacios de corte político, de quienes, con un halo de soberbia, creían que les asistía la razón al preguntar con tono burlón si ya se había llegado a la dictadura, como se había advertido.Y en cierta forma tenían razón, no llegó con López Obrador; en todo caso, él solo cimentó el camino para que fuera bajo la égida de su sucesora, Claudia Sheinbaum Pardo, cuando finalmente en nuestro país se destruyera el Estado de Derecho; se pisotearan las garantías, la organización del Estado, los principios filosóficos de nuestra Carta Magna, y se catapultara a la presidenta de Morena y, con ello, a su partido, como un ente todopoderoso.De acuerdo con el diccionario, “una dictadura es un régimen político que por la fuerza o violencia concentra todo el poder en una persona, en un grupo o en una organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales”.Luego entonces, procede revisar lo que aprobaron Morena y sus aliados (Partido Verde Ecologista de México y Partido del Trabajo) durante la madrugada de este viernes. Como ratas, como cucarachas que aprovechan la oscuridad de la noche para salir a satisfacer sus necesidades, así los senadores de Morena y sus compinches se valieron de que la gente dormía para satisfacer su necesidad de poder y, con su aplastante mayoría de votos, cancelaron derechos básicos de los mexicanos que tardaron décadas en conseguirse.Los legisladores que pertenecen al régimen oficialista votaron a favor de la llamada “supremacía constitucional”, que no es otra cosa más que la eliminación de mecanismos legales que protegían a las y los mexicanos en contra del autoritarismo, en contra de los excesos del poder, como el juicio de amparo, la promoción de las acciones de inconstitucionalidad y las controversias constitucionales mismas.Esto quiere decir que, a partir de ahora, no existirán mecanismos de defensa ante las decisiones que pudiera tomar la propia Claudia Sheinbaum o el mismo López Obrador, que, como se rumora, sigue siendo la mano que mueve todo en Morena y en el país.La medida también surge como mecanismo para blindar reformas constitucionales recién aprobadas por la mayoría oficialista en el Congreso de México, como la elección de jueces que ha recibido al menos dos suspensiones de jueces federales, y otras en el tintero, como la eliminación de órganos autónomos, en medio de acusaciones contra el Poder Judicial de ser corrupto y no imparcial.En este México, al que quizá se le deba ya quitar el nombre de “República”, predominan los aires de “San Pedro de los Saguaros”, pueblo en el que el alcalde Juan Vargas, personaje central de la película La ley de Herodes, de Luis Estrada, arranca de la Constitución las páginas que contienen normas constitucionales que le incomodan y las sustituye con otras que él redacta a su antojo, para incrementar su poder y corromperse con mayor facilidad.“Y así fue como me di cuenta de que las leyes no servían y las cambié”, dice Juan Vargas al titular de la Secretaría de Gobierno. A lo que este responde:“¡No lo puedo creer, Varguitas! ¿De veras cambiaste la Constitución? ¡Cabrón!”.Sí, de veras cambiaron la Constitución la madrugada de ayer en el Senado, y esto no es más que un golpe en la mesa para, de una vez por todas, dejar en claro que este México ya no es de los mexicanos, sino de Morena.Sobre el tema, el ministro de la SCJN, Javier Laynez Potisek, dijo que cualquier poder sin control tiende a abusar. “Eso desde la historia lo sabemos; por eso desde la Revolución Francesa se dijo que habría separación de poderes y respeto a los derechos humanos; en México no hay una armonía de poderes”, explicó.El ministro agregó que en una república democrática siempre debe haber límites y que en nuestro país no existen ahora mismo.“Es nuestro presente y nuestro futuro lo que puede estar en juego si estos controles son ilimitados en nuestro país, porque no va a ser solo contra el Poder Judicial, sino que termina revirtiéndose y va a afectar a los ciudadanos”, dijo Javier Laynez Potisek.En su programa noticioso Latinus, el pasado miércoles, el periodista Carlos Loret de Mola dijo que el expresidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) tenía razón cuando decía que, al ver a Claudia Sheinbaum en el poder, las personas pensarían que él era “muy fresa”. Y es que el comunicador aseguró que, en los últimos días, la mandataria está “absolutamente fascinada con la idea de tener más poder”, del muchísimo que ya tiene.En este sentido, alertó sobre los riesgos que conllevan para los mexicanos los cambios a la Constitución aprobados ayer en el Senado, al advertir: “Si la mayoría de Morena en el Congreso dice que, a partir de mañana, las mujeres ya no pueden votar en México, la Suprema Corte no puede decir que eso viola la Constitución y los derechos humanos”. “Si la mayoría de Morena vota en el Congreso que se expropie la propiedad privada de toda la gente, la Suprema Corte se queda sin herramientas para detener un atraco así”.Señala que eso es darle todo el poder a la presidenta, a Morena y al régimen, y así dejar absolutamente indefensos a los ciudadanos. “Ni López Obrador se atrevió a tanto”.Así las cosas, me pregunto bajo qué piedras se habrán escondido los intelectuales, los analistas, los periodistas, los izquierdistas y todos aquellos que se desgarraron las vestiduras defendiendo a Morena, que confesaron haber llorado cuando AMLO fue ungido presidente y luego cuando dejó de serlo. Y dónde están las defensoras de Claudia Sheinbaum y las que dejaron caer lágrimas al ver a la primera mujer presidenta de México.