Si usted no está familiarizado con el texto de Herman Melville llamado “Bartleby, el escribiente” ahí le va el resumen:Un abogado neoyorkino que se dedica al derecho privado se ve en la necesidad de contratar un copista o escribano para ayudar con el trabajo de la oficina donde también trabajan otros dos escribanos y un mandadero. El patrón, tras contratar inmediatamente a Bartleby, le asigna un lugar al nuevo empleado y éste desempeña eficazmente su trabajo.Todo es miel sobre hojuelas hasta que un día el jefe le pide a Bartleby que lo ayude a revisar un documento. Sin mayor explicación el trabajador contesta con un “preferiría no hacerlo” y continúa con las labores que estaba desempeñando. El patrón, extrañado no exige que lo obedezca ni tampoco una razón sustancial que justifique el que prefiera no hacerlo.Poco a poco el desempeño de Bartleby empieza a empeorar y a todo contesta con su cantaleta de “preferiría no hacerlo”, contagiando su mala actitud al resto de los empleados. Llega el punto en que Bartleby simplemente se niega a trabajar y, al resultar evidente que también se había mudado a la oficina, también se niega a salirse.Desesperado por no lograr desalojarlo, el patrón termina mudándose de oficina y batallando con los nuevos inquilinos quienes tampoco consiguen largar al invasor. Después de mucho jaleo, la policía encierra en la cárcel a Bartleby por vagabundo, ahí termina dejándose morir de hambre.Pues bien, las cosas comienzan a apuntar a que tenemos a un Bartleby en Palacio Nacional. Y es que pasados 50 días de su gobierno, en sus soporíferas conferencias mañaneras – que más que informar resultan en un lugar de chacoteo, donde el tío ya mayor tira chistes y se hace el loco – nuestro Bartleby ha encontrado el equivalente al “preferiría no hacerlo” cada que afirma “no voy a caer en provocaciones”.Entonces, si la prensa cuestiona su inasistencia a un funeral de estado puesto que murió una gobernadora y un senador, la respuesta es obvia “no voy a caer en provocaciones”; si se le pregunta por la asistencia de un dictador a su toma de protesta “no voy a caer en provocaciones”; si un periódico internacional exhibe que parte del problema del desabasto se debe a mala planeación “no voy a caer en provocaciones”; si un gobernador manifiesta su molestia porque no le enviaron el mínimo de combustible necesario “no voy a caer en provocaciones”. Así a todo.El detalle es que, tal como ocurrió con Bartleby, el escribano, nuestro presidente consigue zafarse de dar una explicación sensata del por qué se tomó determinada decisión, y ahí va, pateando la pelota hasta donde alcance.Lo que si habrá que estar pendientes es que de tener la mañita de delegar responsabilidad o no explicar el por qué de sus acciones, no pase a lo que hizo Bartleby de no querer salirse de donde se había mudado. Una cosa es que sean solo 6 años y otra que la transformación suponga sustituir las imágenes de Madero por las de su alteza serenísima.