En memoria de Carlos Padilla Villarruel, entrañable amigo Entre los siglos XVI y XVII, se vivió una etapa llamada “Absolutismo”. Los reyes ejercían el poder a título de dueños: sin límites. No existían contrapesos institucionales y sólo la nobleza -integrada en la corte-, el alto clero católico -concordado (facultad del rey para intervenir en la designación de obispos y cardenales)- y los propietarios de la tierra, tenían interlocución con el monarca.“El Estado soy yo”; así Luis XIV de Francia, el “Rey Sol”, resume meridianamente el rol que, “por gracia de Dios”, jugaba el titular de todos los poderes en esa sociedad estamental. A la postre, el resultado de esta forma de Gobierno condujo -por sus excesos- a la Revolución Francesa en 1789. En México, la prolongación de la dictadura de Porfirio Díaz desembocó en la Revolución Mexicana (un millón de muertos). Sirva esta introducción para que tomemos conciencia de hasta dónde puede llevarnos una deformación en la percepción y el ejercicio del poder público por quienes, a contrapelo con los tiempos, pretenden ir -personalmente o por interpósita persona- más allá de su mandato. La injusticia y la estratificación social condujeron a la Revolución (no había otra forma de substituir al viejo régimen) y la Revolución engendró a la democracia como un sistema para la elección de gobernantes por la vía pacífica. Desde entonces, el voto ciudadano substituyó las armas: frente a la voluntad divina, el poder del pueblo. Comentario aparte merece la conducta del Presidente con relación a los medios de comunicación y, concretamente, en el caso del periodista Carlos Loret de Mola, quien, en ejercicio de las libertades de prensa y expresión, ha ventilado las lacras de quienes deben gobernar en el marco de la Constitución y con honestidad. Es alarmante llevar a los tribunales a un comunicador por cumplir con su responsabilidad de informar a la sociedad. Las asimetrías entre un ciudadano y el Presidente, y la capacidad de la Presidencia para intimidar a los juzgadores es enorme. La vida del periodista y de su familia están en riesgo. Sin embargo, al Presidente (que no ha dejado de estar en campaña desde que inició su mandato) le preocupa más dejar a alguien que piense como él en la Presidencia que entregar la banda, no sólo a quien favorezcan los votos, sino a quien tenga mayor capacidad para dirigir los destinos de la nación. Seguramente los tiempos por venir serán difíciles. La participación de fuerzas e intereses al margen de la ley propiciarán un incremento en la violencia y la inseguridad. Casos como el de Maravatío, Michoacán, en donde fueron asesinados Miguel Ángel Reyes y Armando Pérez Luna, candidatos del PAN y de Morena, podrán seguirse reproduciendo a lo largo y ancho del país. Debemos prepararnos para actuar con serenidad y buen juicio, desatender las provocaciones y no exponernos a cualquier tipo de agresión. No somos ni chairos ni fifís: somos ciudadanos preocupados por la preservación de nuestras libertades y el futuro de nuestro país. Que la cordura se imponga en nuestros corazones, por el bien de México.