Ricardo Anaya, no es el inocente pollito en fuga que intenta aparentar. En los últimos días salió a defender su imagen con tal seguridad, -como si la verdad le asistiese-, anunciando se iría del país por ser objeto de una persecución política por parte del actual régimen. A la Fiscalía General de la República FGR corresponderá probar si efectivamente participó en una red delictiva para aprobar la Reforma Energética y si como ha sido imputado, incurrió en delitos por lavado de dinero, cohecho y asociación delictuosa. Pero en lo que a mí concierne, me consta que es un delincuente, y tengo en mi mano todos los elementos que así lo prueban.A raíz de lo que ha ventilado Emilio Lozoya Austin, quien fuera Director General de Petróleos Mexicanos (PEMEX) durante la administración del presidente Enrique Peña Nieto, Anaya habría estado envuelto en operaciones criminales en las que presuntamente recibió sobornos por más de 52 millones de pesos para repartir entre su bancada a cambio de los votos de legisladores blanquiazules para avalar el llamado Pacto por México, siendo el coordinador de la fracción parlamentaria. Ahora, en razón de las acusaciones formales que pesan en su contra y ante las cuales se dice inocente -como Pepe El Toro-, y asegura ser un perseguido político, es entonces que reitero lo que a mí me consta y puedo probar: Ricardo Anaya incurrió en delitos en mi perjuicio y más allá de lo que la FGR le logre imputar, en lo que respecta al proceder que yo puedo comprobar, es un delincuente.En 2017, Ricardo Anaya presentó ante la entonces Procuraduría General de la República (PGR) documentos falsos supuestamente certificados por mí en los que se mostraba mi firma y sello como notario público número 8 del municipio de Zapopan, Jalisco, -que lo soy pero que yo nunca tuve en mis manos-, validando la compra-venta de una nave industrial. En ellos, además, se exhibía una fecha anterior a la realidad, para tratar de señalar que antes que se llevara a cabo la irregular transacción ya no era parte de la empresa mercantil y con ello pretendía zafarse de su responsabilidad. En su momento, al enterarme de estos hechos acudí ante la autoridad ministerial federal, generándose la averiguación criminal en lo que antes era la PGR; pero bajo los auspicios de las autoridades de la época y la égida del expresidente Enrique Peña Nieto, no se siguió el debido proceso protegiendo de esa manera a quien hoy se dice limpio de cualquier falta. En su momento también, al detectar la irregularidad, la falsedad, los hechos turbios cometidos por Anaya en mi perjuicio y en detrimento de la sociedad en general, acudí a la Sub-Procuraduría especializada en Delincuencia Organizada para establecer con claridad que la firma presentada en esas copias certificadas no era la mía, que el sello impreso en dichas hojas no corresponde al oficial que yo detento, y que además esos documentos carecían del holograma seriado de la fecha que pretendía establecer como cierta.Hoy, se hace preciso exhortar a que se siga la acción legal que amerita por los delitos de falsificación de firma y sellos de notario, así como la simulación de actos jurídicos en que incurrió Anaya, quien se duele de ser perseguido mientras peca de cínico y desvergonzado.En días pasados, grabó videos para aparecer en redes sociales como víctima del actual régimen y ese fue su argumento para salir del país como Pollito en fuga a fin de evitar seguramente ser convertido en pastel de carne de pollo, o lo que es peor, pasar una buena temporada tras las rejas, 30 años según estima el propio Anaya de acuerdo a los delitos que se le imputan. Yo desconozco si se trata de una persecución política o si en verdad recibió sobornos. Lo que yo puedo asegurar es que Anaya sí incurrió en un delito y dado que un delito es sinónimo de crimen, claramente puedo decir que es un criminal y debe ser encausado por ello.opinión.salcosga@hotmail.com