Qué malos son para debatir nuestros políticos y qué poco afortunado es el formato para generar intercambios de ideas (o para dejarlos respirar). El debate entre los candidatos a Guadalajara fue soporífero, qué cosa. Los seis asistentes estaban nerviosos, tenían muy poco tiempo, no podían interpelarse y por meterle velocidad dejaban de respirar.¿Eso significa que serán malos gobernantes? No necesariamente, pero sí significa que no están cómodos en foro, que no han hecho contraste de ideas en sus espacios previos y que no se sienten bien con la interlocución filmada. En pocas palabras: no han pateado bien la vida pública y la arena política, y eso habla muy mal -sobre todo- de quienes ya fueron fiscal y alcalde.Pero haciendo a un lado su pobre desempeño en esa área y su falta de habilidad para generar empatía y compartir mensajes, el debate nos dio la oportunidad de comparar visiones en ese doloroso terreno de la inseguridad.Todos pusieron la lente en las corporaciones policiacas (limpieza, capacitación, equipo), excepto el ex fiscal y el ex alcalde, quienes sumaron a esa visión dos más: la puntería contra los grupos criminales (Eduardo Almaguer) y el presupuesto puntual en prevención (Ismael del Toro).Son, naturalmente, los que más saben del tema, aunque sean, paradójicamente los que cargan con el saco de los resultados en los años pasados inmediatos. No tienen cara, les decía Valeria Ávila, la candidata del PRD, mientras que Miguel Zárate, del PAN, los acusaba con gráficas del deterioro en la incidencia delictiva.Y sí, la verdad es que ni Almaguer ni Del Toro traen buenas cuentas. Almaguer intentó defenderse recordando el golpe al principal grupo criminal y Del Toro mostró una gráfica tramposísima de reducción de delitos del fuero común mientras fue alcalde.Según él, hubo una reducción de 58 por ciento. Y claro, si nos enseña su metodología puede tener razón, sobre todo si mete en una sola bolsa todos los delitos. Pero mientras él gobernó, uno de los delitos que pueden combatirse mejor desde la alcaldía (el robo a casa habitación) puso a Tlajomulco en el primer lugar en el Estado. Y no, no se redujo. Paso de menos de 200 en su trienio a más de 700 denuncias en 2015. De 2015 a la fecha sí que se redujo, con Alberto Uribe en la Alcaldía, a menos de la mitad. No sucedió lo mismo con los homicidios dolosos, el abuso sexual y el robo a transeúnte.Pero hay que decir algo: un municipio no es una isla. Todo el Estado tiene el mismo comportamiento. Para que un alcalde destacara, tendría que mostrar tendencias contrarias al Estado. Y no, no ha pasado eso ni con Guadalajara ni con Tlajomulco. Por eso, tanta responsabilidad tienen Del Toro (como ex alcalde y diputado), como Almaguer. Pero al mismo tiempo, y se nota, son los que más han aprendido de lo que no ha servido.(ivabelle@gmail.com / @ivabelle_a)