Ante las numerosas solicitudes de ampliar la información compartida en la columna anterior, me veo obligado a obrar en consecuencia. Empezaré por revelarles por qué fue posible un esfuerzo que resultó en dotar a la ciudad de una obra de calidad mundial. Les daré el secreto: “Que los planetas se alineen”. Y, en el caso de nuestro zoológico, precisamente eso ocurrió.La administración municipal previa a la que nosotros encabezamos del 86 al 88, realizó la remodelación del parque Agua Azul, por lo que hubo de reubicar una pequeña colección de animalitos a un predio al norte de la ciudad que había sido adquirido por Don Arnulfo Villaseñor Saavedra como reserva territorial, precisamente en la ceja de la barranca. La tenacidad de un grupo de periodistas muy latosas -Lolita Rodríguez, Connie Ochoa y Celina Rodríguez, entre otras-, que un día sí y otro también salían en defensa de las especies que sobrevivían precariamente, contribuyó a crear una corriente de opinión favorable al proyecto. La visión de Don Enrique Álvarez del Castillo, gobernador del Estado durante el tsunami económico que nos azotaba, comprendía el zoológico como parte de la infraestructura de la ciudad. Les recuerdo que en su administración se construyó Expo Guadalajara y se inició la FIL. A lo anterior, hay que agregar que el Ayuntamiento precedente había encargado al Arq. Fernando González Gortázar un anteproyecto que, recuperado y reconceptualizado por el Arq. Ricardo Elías, cobró viabilidad. El Cabildo de la ciudad nos apoyaba y, finalmente, la suerte nos ayudó a integrar un equipo encabezado por Javier Arroyo Chávez y conformado por empresarios y funcionarios públicos capaces, honestos y enamorados de Guadalajara.Para hacer realidad nuestro sueño, planteamos una estrategia de frentes múltiples: uno encargado de la edificación, otro de integrar la colección de especies que lo habitarían, uno más de pensar y resolver el tema de la estructura jurídica y administrativa, y otro a cargo de la provisión de los recursos financieros. El 16 de abril de 1987 dieron inicio los trabajos, organizados en 24 grupos coordinados por 75 ingenieros y 19 supervisores, para culminar 11 meses después. Se laboraban jornadas de 24 por 24 horas ininterrumpidas. Todos nos pusimos la camiseta. Sergio Bustamante, el brillante artesano-artista de Tonalá, diseñó y construyó una estela monumental que representa la evolución de las especies en la fuente que da acceso a nuestro zoológico. Gabriel Gallo, junto con su responsabilidad en la creación de la OPD municipal que permite, conforme al honorable cabildo y al Congreso del Estado, el autogobierno de la institución, se daba tiempo para viajar a Hidalgo, en donde construyeron el primer trenecito, mientras Enrique Rojas juntaba trabajosamente el dinero que hacía llegar a los contratistas a través de un sistema sui géneris de pre estimación. Finalmente, les comparto que el costo del zoológico fue de 15 mil millones de aquellos devaluados pesos. Eso sí, sin moches.P.D. Los invito a visitarlo en Semana Santa y, si se portan bien, les prometo platicarles la historia de los gorilas y de los flamencos.Sean felices.