Sábado, 23 de Noviembre 2024

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Alfaro, su burbujita y la Villa

Por: Ivabelle Arroyo

Alfaro, su burbujita y la Villa

Alfaro, su burbujita y la Villa

En mucho se equivoca Enrique Alfaro al promover la venta de la Villa Panamericana, pero hay algo en lo que tiene razón: esa cosa está perdida y la sabiduría popular dice que de lo perdido lo que aparezca. Suena lógico, ¿no es así? Sin embargo, los que gritan su descontento bien podrían sacar otra frase de abuelas sabias: esa que dice más vale perder que más perder. ¿Cuál vale aquí?

¿Pierden más los jaliscienses con la recuperación del recurso invertido o pierden más al abandonarlo ahí? Esa es la pregunta que el gobernador no responde, básicamente porque esa es la pregunta que no está escuchando.

Empecemos por ahí. Como casi siempre, Alfaro desatina feo y mal al menospreciar la oposición a los actos de su gobierno, al despreciar la crítica y al sacudirse a los medios como molestos moscardones. Con esa actitud, como es lógico, no sólo viene la ceguera, sino la opacidad y los yerros. Es peligroso, gobernador, no ver más allá de la nariz y del círculo de leales. La historia está llena de ejemplos de gobernantes que se desbarrancaron por ciegos. La brújula para gobernar se imanta muy fácilmente.

La venta de la Villa Panamericana podría no ser mala idea si, en el camino, escucha un poco afuera de su burbuja y concilia en la medida de lo posible, los bienes en disputa: el recurso público perdido, la necesidad de vivienda en la zona, el cuidado del Bosque de La Primavera, el impulso a la inversión privada, el desarrollo urbano y la recuperación de un patrimonio entelarañado.

Porque oigan, en eso tiene razón: ocho años de tener edificios secos, sin movimiento, mientras alrededor crecen las colonias en desorden, los estadios gigantescos, las arterias para automóviles y la población flotante, es a todas luces una desgracia para la ciudad como espacio, para el Gobierno como actor y para los jaliscienses como ciudadanos.

¿El edificio fue un error? No lo sé, pero ya está ahí y puede ser un error menos grave. Claro, también están el bosque y los mantos freáticos. Los servicios y la demanda de vivienda. La crisis presupuestal y las empresas valientes que quieren al tigre este.

No se puede ganar en todo, pero dando y dando, se podría recuperar algo de recurso público, al mismo tiempo que se garantiza que esa sea vivienda de baja densidad; se puede facilitar la ganancia privada mientras se ganan obras de mitigación; se puede aprovechar la inversión privada para un crecimiento ordenado en la zona (asómense a las vistas aéreas, la población se está comiendo el bosque en avance hormiga) y terminar de una buena vez con esa parálisis. No tienen que tener 900 micro departamentos a fuerza. No tiene que ser todo un espacio habitacional ni todo un edificio para ciencia. No tiene que demolerse completo. La solución no tiene que pasar por un juego de suma cero, pero eso es algo que sólo entiende un gobernante que rasga su burbujita protectora y deja de menospreciar a la crítica.  

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