El gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, presentó ante una multitud su quinto informe de gobierno. Durante el evento, que se presentó en la Expo Guadalajara, el mandatario se dejó ver nostálgico y emocionado; recuperó el banquito con el que hizo campaña en el año 2018 y le dedicó un mensaje de agradecimiento a su familia, amigos y colaboradores. Más que su penúltimo informe, lo hizo ver como el último.Otra vez, entregó la estafeta política a quienes pretende le sucedan en el cargo, específicamente a Pablo Lemus Navarro. E insistió en que se va de la vida pública. ¿En serio? ¿Alfaro se va de verdad?Le queda un año de ejercicio y en su siguiente informe de labores ya habrá un gobernador (o gobernadora) electo por la ciudadanía. Ya no será Enrique el gobernador en funciones estrictamente, sino el que está entregando el mando.Pero para entonces, igualmente, Alfaro Ramírez habrá determinado el ejercicio de 167 mil millones de pesos y habrá sido quien defina presupuestos y haya beneficiado a alcaldes, diputados, empresarios. Le queda un año de pleno poder administrativo, si no es poder político.En numerosas ocasiones antes de hoy, en este y en otros espacios, he considerado que si hay un político en funciones que tiene la posibilidad de encabezar un grupo de influencia con alcance de muchos años en el futuro, ese puede ser Enrique Alfaro Ramírez. No es halago, es apenas una descripción de la influencia y relaciones que ha construido durante casi dos décadas. Pero antes que él, gobernantes como los tres mandatarios surgidos del Partido Acción Nacional, han llegado a la cúspide y después se diluyeron en poco tiempo; se convirtieron en ex gobernadores y dejaron de tener influencia en poco tiempo.Las condiciones en Jalisco son propicias.Personajes como Raúl Padilla López y los añejos líderes priístas o del sector empresarial, ya no pesan en la balanza del poder político, económico y fáctico del Estado.Las circunstancias son propicias para que un liderazgo duradero y cuya influencia trascienda los sexenios, pueda crecer y echar raíces. Claro que no es necesariamente lo que más convenga o se desee, pero la historia de Jalisco está repleta de personajes así.Ahora bien, ¿Enrique Alfaro pretende algo similar a ese tipo de liderazgo? Es difícil saberlo, porque aunque públicamente ha repetido que su ilusión es dedicarse a entrenar un club de futbol, eso suena a broma o a propósito descabellado.En este momento, el todavía gobernador jalisciense es una figura del ámbito político nacional. Si no es uno de los más influyentes sí lo es al menos, de los más conocidos.¿O tiene un as bajo la manga y puede convertirse en un legislador federal que persiga objetivos propios? Antecedentes no faltan y uno inmediato es el ex gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, quien ha sido uno de los factores de decisión en la Cámara de Diputados en los últimos años.Si sus intenciones o negociaciones son parte de sus secretos, queda claro que a partir de este fin de semana, al iniciar las precampañas, Alfaro Ramírez deberá tener cercanía obligada con un gran interlocutor: Pablo Lemus Navarro. Es el momento del “candidato de unidad”.Pero todo conduce a preguntarse: ¿De veras, desaparecerá Enrique Alfaro de la política en Jalisco?