Domingo, 24 de Noviembre 2024

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Alfaro, las marchas y los complots

Por: Diego Petersen

Alfaro, las marchas y los complots

Alfaro, las marchas y los complots

El gobernador se disculpó con los jaliscienses. No es cualquier cosa, normalmente lo que hace es regañarnos, así que la disculpa tiene además el valor de lo sorpresivo. Junto con la disculpa vino la revelación de otro complot, ya no el de Morena, el presidente y los sótanos del poder, sino el del crimen organizado que infiltró a la Policía ministerial para hacer cosas que, en sus propias palabras, lo avergüenzan, pues se trata de actos de represión absolutamente ilegales y dignos del régimen de Díaz Ordaz, Echeverría o Pinochet. 

No sé qué asusta más, un gobierno autoritario y represor o un gobierno infiltrado y débil; un gobernador y un fiscal dispuestos a golpear a los jóvenes que van a una protesta o incapaces de controlar la corporación que se encarga de perseguir el crimen. Quizá la primera pregunta que haya que hacer es si es creíble la versión de que el fiscal y el gobernador no estaban enterados de la estrategia de “disuasión” de las marchas, armando con palos y tubos a policías vestidos de civil. Los testimonios de los chavos levantados y de los propios policías hacen difícil de creer que haya sido así, que pueda haber una concentración de agentes ministeriales en el helipuerto de Casa Jalisco sin que nadie haya enterado al gobernador de que “los narcos” se habían metido literalmente en el patio trasero de su casa; que decenas de policías usen las instalaciones, las armas, los vehículos de la Fiscalía para detener ilegalmente a decenas de jóvenes, subirlos en camionetas, revisarles su celulares, amedrentarlos, golpearlos y tirarlos a kilómetros de distancia sin que nadie haya dado una voz de alerta, porque eso no duró tres minutos ni pasó en la sierra, a miles de kilómetros de las oficinas del fiscal, sino en su cara.

No creo en los complots, menos aun cuando se usan para explicar la ineficiencia gubernamental. No dudo, eso sí, que los enemigos políticos se monten en situaciones particulares para llevar agua a su molino, para sacar raja política de la desgracia ajena. Siempre lo han hecho, unos y otros: morenos, naranjas, azules, rojos, verdes y amarillos. Lo que no veo es la autocrítica, la revisión a fondo de lo que las dependencias de gobierno hicieron mal, la falta de una estrategia de dispersión de la manifestación violenta el jueves (en lugar de llevarlos hacia el espacio abierto los metieron en una calle angosta); el deslinde de responsabilidades dentro de la Fiscalía por no haber actuado a tiempo en tras del asesinato de Giovanni; las responsabilidades de los mandos medios y superiores por la real o supuesta infiltración del crimen organizado en la Fiscalía.

La soberbia y la autocomplacencia ha sido la marca de la casa del gobierno de Alfaro. Por eso sorprende y se agradece la disculpa pública, pero para que ésta sea de verdad debe venir acompañada de una profunda autocrítica y revisión de lo que se ha hecho y dejado de hacer en materia de seguridad. “El complot nos consuela, porque nos libera de la culpa”, decía Umberto Eco.

Pero, decía también, “consecuencia paradójica: detrás de cada falso complot quizá se oculta siempre el complot de alguien que tiene todo el interés en presentárnoslo como verdadero”.

diego.petersen@informador.com.mx
 

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