Lo que parecía un trabajo bien planeado de “plomería política” tuvo su primer incidente. Otra vez se tensó el diálogo entre Enrique Alfaro y Ricardo Villanueva. Tras su encuentro en Casa Jalisco, las declaraciones del gobernador Enrique Alfaro despabilaron al rector Ricardo Villanueva. El gobernador declaró el jueves a medios que veía en el diálogo la oportunidad “para que la Universidad vuelva a ser Universidad” y regrese a sus tareas sustantivas (al margen de la política).Un día después, el rector Villanueva respondió que “la Universidad nunca ha dejado de ser Universidad”. Para Alfaro, la UdeG debe ser otra vez de los jaliscienses; para Villanueva nunca dejó de serlo, y además creció más en los últimos 30 años (en el periodo de Raúl Padilla) que en sus 200 años de historia previa. En otras palabras, Alfaro abre el diálogo con un reclamo político-ideológico mientras Villanueva lo plantea desde un punto de vista presupuestal fincado en la autonomía universitaria. Estas posturas revelan dos maneras muy distintas de ver la realidad y de interpretar el pasado. El diferendo de fondo es conceptual, ideológico e interpretativo en torno al legado de Padilla, la Universidad que tuvimos los últimos 30 años y la que tenemos hoy. Si partimos de ahí, diríamos que Alfaro confronta al fantasma de Padilla y Villanueva lo defiende. ¿Sobre esa base puede prosperar el diálogo? Otro aspecto agrava esta visión dispar de ambos personajes: el papel de la Universidad en la vida política. Mientras Alfaro ve, con toda razón, una institución imbuida en política con un partido como Hagamos, el rector habla de universitarios haciendo política por decisión personal y como un derecho. Cuando en 2018 Tonatiuh Bravo, ex rector de la UdeG, se fue de diputado federal de Movimiento Ciudadano, recordó Villanueva, el gobernador no tuvo ningún problema porque era un “universitario apoyando al gobernador, no la Universidad”. Pero no seamos ilusos. La Universidad hace política, tiene un partido que es Hagamos y juega según intereses políticos.En otras palabras, mientras el Grupo Universidad mantuvo una alianza con el partido del gobernador, entre sus tareas “sustantivas” sí estaba apoyarlo políticamente. Lo que en el fondo exige Alfaro es muy claro: ni me critiquen ni me estorben electoralmente. Todo eso representa Hagamos, la manzana de la discordia como lo expliqué en mi columna “Hagan lo que quieran, pero no hagan política: Alfaro a UdeG”. El reciente desencuentro mediático es menor, pero en la forma anticipa el fondo y la complejidad del diálogo. No se trata sólo de pesos y centavos sino de pesos y fantasmas. jonathan.lomelí@informador.com.mx