En todo el último milenio, Afganistán ha sido el único país del mundo que nunca ha aceptado la tutela de una potencia extranjera y que siempre ha derrotado a los ocupantes y a todos los que han tratado de someterlo (la otra excepción sería Japón, salvo por la presencia estadounidense en 1945-1953). La mayoría de los afganos (que en total son unos 35 millones) pertenecen a tribus de pastores nómadas que conocen a la perfección la quebrada orografía del país, que tienen culturas más o menos diferentes y que hablan alrededor de quince lenguas distintas; el idioma dominante es el pastún, de origen persa.El que sí logró conquistar esa complicada región fue, en el siglo IV antes de Cristo, Alejandro Magno, quien dejó una huella muy clara en la topografía, la demografía y la memoria histórica de Afganistán. Heredero del pequeño reino de Macedonia, que los griegos de las grandes polis menospreciaban, Alejandro forjó en una década un imperio que iba desde Egipto hasta las fronteras de China, en los confines del mundo conocido por entonces. Con ello, la cultura helenística y la lengua griega tuvieron una irradiación inmensa, cuya presencia se advierte con claridad, por ejemplo, en ciertas representaciones de Buda esculpidas a semejanza de Apolo por artistas griegos asentados en Gandhara (al norte de la India). Las leyendas sobre Alejandro perviven en toda la extensión del que fue su enorme imperio.Vale la pena ver en Youtube una serie de seis capítulos del documentalista australiano David Adams, sobre los viajes y campañas de Alejandro Magno.**Afganistán había sido conquistado por Ciro, rey fundador de la dinastía aqueménida de Persia (575-530 aC); más tarde, su sucesor Darío I lo dividió en cinco satrapías. En 331 aC, Alejandro derrotó al emperador Darío III, pero uno de sus generales, Besso, el gobernante de Bactriana, se autoproclamó entonces rey de Persia y se levantó junto a sus cuatro colegas sátrapas contra el invasor macedonio.Entonces Alejandro emprendió, a un costo inmenso para sus ejércitos, la conquista de lo que hoy es Afganistán. Los historiadores antiguos relatan ese viaje penoso y accidentado, y las terribles privaciones de los soldados; el propio Alejandro lo cuenta en sus cartas a Aristóteles. Un sobrino de éste, Calístenes, lo acompañó en la conquista de Persia como historiógrafo oficial, y escribió un “Relato de la campaña de Alejandro”, sobre la cual iba mandando noticias a Grecia y Macedonia. Pero Calístenes tuvo la desdicha de caer en desgracia porque, como buen macedonio adusto y austero, reprochó a Alejandro su excesiva conversión a las costumbres orientales, se rehusó a reconocer su divinidad y le reprendió por sus muchos excesos, así que acabó preso y murió en la cárcel.Desafortunadamente se han perdido las narraciones que se sabe que escribieron varios de los generales que participaron en las campañas, pero los historiadores griegos (Plutarco, Diódoro…) y luego los romanos retomaron con entusiasmo las conquistas de Alejandro. Hay una interesante novela histórica actual con el mismo nombre, del escritor estadounidense Steven Pressfield.** * “Alexander’s Lost World” (2013), https://www.youtube.com/watch?v=2X_iqdmwZV0** “The Afghan Campaign” (Doubleday, 2006; en traducción española, “La campaña afgana”, Planeta, 2008).