Se fueron los Juegos Olímpicos dejando recuerdos y enseñanzas. Inevitable hablar de ellos. Su propósito original era abrir una tregua en medio de las permanentes guerras de la época para que los atletas se trasladaran a la ciudad de Olimpia –sede del principal adoratorio de Zeus– a competir por la corona de olivo, símbolo de la excelencia deportiva. Hablamos de Grecia en el año 776 A.C. Desde entonces, mucha agua ha pasado por el río. Nunca mejor esta expresión, cuando el escenario de los juegos recién concluidos ha sido la más hermosa ciudad, París y el Sena. Un querido amigo, Ernesto Fregoso, hace unos días me reclamó, comedidamente, si no lo es Guadalajara. Perdonen la insistencia, pero el glamour de la Ciudad Luz y el río del amor son un espacio idílico, único, insuperable.Se fueron, pero nos han dejado múltiples lecciones. Primera, “nada es eterno, la vida es un fluir permanente”, diría Heráclito. Parte de lo maravilloso de nuestro tránsito por el planeta Tierra es que vamos cubriendo etapas irrepetibles: nacemos, crecemos, amamos, nos reproducimos y, hasta no verte, Dios mío. En ese espacio está la oportunidad de ser diferente y de trascender. Segunda, el éxito se alimenta de sueños. Quien no sueña está imposibilitado para realizar cualquier tipo de emprendimiento. Tercera, aun cuando en el pódium solo hay espacio para los primeros lugares, la diferencia la hace la actitud. La competencia está sujeta a la ética. Fuera trampas. Recuerdo el momento en el que una atleta, que iba corriendo, se detuvo para auxiliar a una participante que cayó a un lado de ella; fue un hermoso ejemplo de solidaridad. Cuarta, nada es accidental. Junto a la aptitud, ha menester el esfuerzo cotidiano, la disciplina. Únicamente trabajando con ahínco se logran los objetivos propuestos. Quinta, el equipo es fundamental para superar los retos que exige alcanzar la cima. Incluso los deportes individuales requieren apoyo técnico, económico, emocional y logístico, entre otros. Sexto, la búsqueda de la perfección es un objetivo siempre presente. “Más rápido, más alto, más fuerte” es el lema que inspira a los atletas. El deporte es un producto social que tiene que ver con la salud, la formación de hábitos, el divertimento y el respeto a los demás.La trigésima edición de los Juegos Olímpicos de la época moderna es cosa del pasado. Son tiempos para revisar lo que se hizo, analizar a los futuros competidores, aprender nuevas técnicas, desarrollar capacidades y volver a soñar con alcanzar la gloria. París, con todos sus encantos, quedó atrás. Los Ángeles, la ciudad con mayor número de mexicanos –después de la ciudad de México–, será la sede para el 2028. Sin duda, después de un merecido descanso, los atletas retomarán sus entrenamientos. Volverán las agobiantes rutinas, las desmañanadas, los cuidados personales y las privaciones. La vida del atleta de alto rendimiento, como la de cualquier profesional exitoso, está llena de sacrificios.Mientras tanto, siguen los Juegos Paralímpicos. En ellos participarán deportistas que, superando sus limitaciones físicas, nos mostrarán que, cuando hay voluntad, no hay imposibles.