He ahí que se nos acaba otro mes y nos encaminamos aceleradamente a la mitad del año.Se nos van los días y los meses, arrancamos hojas a nuestros calendarios y damos la vuelta al nuevo mes, y cuando menos acordamos, se nos va la vida.Lo verdaderamente importante es que en ocasiones ni nos damos cuenta de que el panorama no es precisamente alegre y risueño. Hay tantas y tantas cosas que ensombrecen el horizonte… y no me refiero tan sólo a las amenazas de huracanes y tormentas que muy pronto empiezan a estar al día, sino a ese futuro que todos quisiéramos soñar bueno y venturoso, y ese pasado que inevitablemente se nos va cada día y que en ocasiones tan sólo nos deja sedimentos de desilusión y/o amargura.¿En dónde está o a dónde se ha ido esa hermosa perspectiva que soñábamos, al proyectar ya no digo el nuevo siglo, sino el año que todavía tenemos entre las manos?Cada vez que empieza una nueva etapa de transición, sea de familia, de trabajo o del contexto social, tenemos pronta y a flor de labios la palabra: “felicidades” para desearnos lo mejor, lo más bueno, y la máxima alegría que llene el alma y el corazón de felicidad.Pero muy pronto nos tenemos que dar cuenta de que el tiempo avanza sin parar y no siempre trae los aires venturosos que soñamos.Pero lo más desafortunado de este asunto es que no siempre ponemos nuestra parte de colaboración para que nuestro entorno sea propicio, para que nuestro corazón se abra a la gracia y a la bendición divina, y que a menudo nos olvidamos que cada quien tiene que poner su parte para crearle condiciones favorables a ese futuro que constantemente gira en la rueda del tiempo.No podemos desconocer que llegará un día en que la hebra de nuestros futuros soñados se romperá y que en el momento menos pensado se agotarán todas las reservas de tiempo que creíamos poseer para fechas indefinidas.Ya desde tiempos inmemoriales se usaba repetir el consabido adagio: “Todo tiempo pasado fue mejor.” Pero yo siempre creí que eso no era verdad.Lo exacto es que precisamente el futuro es lo que soñamos como lo más hermoso, como lo verdadero, como lo que llegará a llenarnos de felicidad.Y bien podría serlo si lo preparamos, si ponemos los elementos para que las cosas germinen en la línea que deseamos.Por eso, hoy por hoy es bueno preguntarnos ¿Cuáles son los valores que fundamentan nuestra esperanza? ¿En qué niveles proyectamos nuestro camino hacia ese porvenir tan inmediato?Si tan sólo anhelamos lo material, y nos basamos en lo económico, el castillo de naipes fácilmente se derrumba, si miramos más lejos y más alto, podemos afianzar nuestra fe en un futuro venturoso, aspirar a la vida que el Señor Jesús nos promete en ese futuro incógnito que se prolonga espiritualmente sin final.Si nosotros esperamos algo de parte de los demás, debemos tener en cuenta en que también los demás esperan mucho más de parte nuestra.También es bueno tener en cuenta que el ejemplo hace el efecto “espejo” y la ley “bumerang” funciona en nuestro ser también en el aspecto espiritual. Por eso la oración que elevamos al cielo, vuelve a cada uno como una bendición.