Cada semana encuentro gente que echa la mano: a mí me fía o me perdona unos pesos la de la fruta, luego cuando paso por algo más, se la echo yo y le dejo unos cuantos más por aquel favor de días previos, cuando por azares o por mangas no alcancé a dejar dinero en casa, el de la miscelánea me hace llegar hasta ahí, la leche con la que mi hija cenará esa noche, el viene-viene, (les juro es historia real) sin preguntarme me lava el coche y sabe que ahí cuando pueda o “a la próxima mi guera” o sea yo, se lo voy a pagar, pero con la puntadaza de que ya traigo mi nave limpísima gracias a su ímpetu. Veo en mi entorno todo el tiempo este fenómeno, a algún que otro señor o señora que le avisa al chofer del camión que espere, que ahí viene corriendo un hombre a punto de ganar los cien metros con vallas -porque las banquetas en esta ciudad están llenas de obstáculos- y llega. Gracias a ese samaritano nuestra promesa de velocidad para las siguientes olimpiadas, logró llegar a tiempo a casa a cenar con sus hijos o a tiempo para checar en el turno de la noche sin que el patrón le rebaje por haber llegado tarde. Y es que de una u otra forma siempre hay alguien que te toma de la mano o con la mirada te alienta a seguir sin saber o sabiendo el potencial de cada uno de nosotros.Hace muchos años, en el que espero haya sido el período más crítico que he vivido, un hombre vio en mí algo, una cierta capacidad de algo que yo no sabía que podía hacer. Me invitó a desayunar vía llamada telefónica a través de un también colaborador suyo y admirado personaje mío, y me preguntó casi de manera retórica cómo estaba. Él, medianamente y por nuestro amigo en común, lo sabía, dada cierta diferencia de edad (más sabe el diablo por viejo que por diablo), y conociendo desde una cómoda cercanía ciertos rasgos de mi personalidad desde muy jovencita, vislumbró mi cercano futuro y me ofreció construirlo junto con su familia: me ofreció un trabajo donde pudiera explorar otro enfoque del que con mi carrera dentro del mundo de la danza y las artes me serviría, nos serviría. Me aseguró que funcionaría y me hizo soñarme en una posición que yo jamás había visto para mí. Cuidó de mi condición como madre soltera y aceptó mis múltiples condiciones que según yo, y muy envalentonada, puse, sin saber que aceptaría gustoso.De la mano de él y de otros profesionales es que supe día a día lo que pasaba en la ciudad. Yo crecí en una casa politizada y siempre me ha gustado estar al tanto de lo que sucede en mi entorno y en mi país, pero Carlos me sentó en la mesa de la redacción y de la dirección del periódico que ha pertenecido a su familia por generaciones, del periódico con más prestigio en la ciudad. Conocí todo tipo de personajes y viví lo que era tener función a diario, porque eso, el diario, todos los días sale al público. Encontré semejanzas entre los reporteros que conocí y los artistas que conocía: todos apasionados, todos trabajando a deshoras, todos matándose para poder decir lo que realmente sabían o intuían días previos en torno a ciertas corruptelas. Presionó y presionó para que escribiera cuando yo no sabía que podía o como lo siento ahora, necesitaba hacerlo. Semana a semana El Informador me regala un escenario en el que con total libertad puedo escribir de lo que yo quiera o como decía previamente, necesite.Al Info, le agradezco enormemente aprender otro oficio, nunca seré reportera o periodista, pero les admiro profundamente. Al Info, le agradezco haberme impulsado a salir al mundo cuando yo en aquel crítico momento sólo quería permanecer encerrada en pocas paredes. Al Info, le celebro estos 106 años de vida, de hacer una chamba ultra necesaria aún con la llegada de la tecnología y de la falsa creencia que todos con un teléfono en la mano podemos ser reporteros, aunque a veces ayude. Al Info, le deseo una larguísima vida, porque documentar el día a día de una ciudad, es una labor titánica. A la familia Álvarez del Castillo, le deseo, seguir procurando desde la ética una labor cívica, la de preservar las letras.A don Carlos Álvarez del Castillo, mi entera gratitud y admiración. A Juan Carlos, todo mi esfuerzo.Por haberme echado la mano, por ver que podíamos soñar una ciudad y una vida distinta: todas las flores, a mi casa El Informador. Larga vida.argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina