Zapotillo se terminará a 80 metros, pero se operará a una cota máxima de 42, con lo cual se asegura que no se va a inundar ninguno de los tres pueblos. Con esto termina un largo conflicto político en el que aparentemente hay ganadores: los pueblos que no se inundarán y los habitantes de los Altos que en un arranque chauvinista se negaban a que León se surtiera del agua del río Verde. Los perdedores, son los habitantes de León, los de Guadalajara y los promotores de la construcción de la presa.La presa ahí está y los problemas de agua también. Con la habilidad política que lo caracteriza, el presidente López Obrador logró desarticular un problema político. No es poca cosa: era el primer paso que había que dar, y eso es justo lo que no lograron los gobernadores ni los presidentes anteriores. Se resolvió lo político, no el problema del agua para la Guadalajara y las ciudades de Los Altos.Sin que aún sea oficial, parte del acuerdo es que se construirá un acueducto para conectar la presa del Salto con la Elías González Chávez, también conocida como Calderón, un viejo proyecto detenido desde los años noventa por las grillas entre el gobierno del Estado y el Grupo Político de la Universidad de Guadalajara que en aquellos años pugnaba por la construcción de presas en el río Verde. Con esto se obtienen dos mil litros por segundo más y el gobernador salvará otra posible crisis de abasto de agua en lo que queda del sexenio. Lo que no resuelve esta decisión es el problema de fondo; más de un millón de habitantes de la zona metropolitana de Guadalajara, los más pobres, seguirán sin agua entubada o sin un servicio de agua seguro, es decir, estable y potable.Hay que insistir, además, que la poca agua que se acumulará en la presa de El Zapotillo no servirá para nada mientras no se concluya el sistema de bombeo de Purgatorio, otra obra que está a medias y que es indispensable para el aprovechamiento del río Verde. De eso no se habla.Defendamos a Jalisco, sí, pero de los políticos jaliscienses. Si algo hemos de aprender de los últimos 30 años es que el agua es un asunto demasiado importante para dejarlo en manos de los políticos y demasiado sensible para dejarlo sólo en manos de los técnicos. Tenemos que encontrar una nueva forma de gestión del agua (algunos países como, Holanda lo entendieron hace más de cinco siglos) que sea por cuencas, donde el derecho al uso -nunca a la propiedad, venga acompañada con responsabilidades de su tratamiento y regreso a la misma cuenca. Aprovechemos esta no solución para entender que el desarrollo, el urbano y el agrícola, deben estar vinculados a una política sustentable de uso del agua, en lugar de seguir trayendo agua para solucionar problemas que ya creamos.Los perdedores, son los habitantes de León, los de Guadalajara y los promotores de la construcción de la presa.